Lo que parecía, sólo hace 3 años, una “gran fiesta de la libertad” ha devenido una triste casi nada, del que la inmensa mayoría de quienes fueron sus principales actores han desertado. Ciertamente, subsisten algunos proyectos salidos de él que desempeñan una función positiva, y para bastantes personas fue una experiencia formativa y liberadora, pero como herramienta de, al menos en la intención, de transformación social hace mucho que está agotada. Hoy es ya historia.
El naufragio del 15-M ha decepcionado y desorientado a un gran número de personas, que ahora viven retiradas a la esfera de lo privado. Ha creado un reflujo formidable de los movimientos, los compromisos, las ilusiones y los proyectos, una parte de ellos positivos aunque no todos, por el peso de las ideas socialdemócratas. Ha impulsado, con su fracaso, a cientos de miles hacia salidas egotistas e individualistas. Esa situación, nada favorable, tardará años en ser superada, sobre todo si no se ofrece una elucidación fundamentada de lo acontecido.
Frente a todo ello, que es verdad pero es sólo un aspecto, hemos de afirmar, una vez más, la positividad del 15-M en contra del hiper-criticismo, el nihilismo y los guetos. Al hacerlo me remito a mi trabajo “Pensar el 15-M” (publicado en el libro “Pensar el 15-M y otros textos”).
El Movimiento del 15 de Mayo de 2011 fue un audaz y creativo ensayo dirigido a buscar vías nuevas y originales para la transformación de la sociedad, cuando ya están del todo agotadas y muertas las propuestas de los obrerismos decimonónicos. Dando de lado las infaustas vías institucionales, parlamentaristas y partitocráticas, convocó a las gentes a tomar las plazas, a encontrarse en asambleas, a mirarse a los ojos, a debatir juntos, a buscar hermanadamente remedios a los males sociales y de la persona.
Dando de lado las jefaturas y las jerarquías, creyendo únicamente en la auto-organización y el compromiso conscientes, atrajo a decenas de miles de personas a las acampadas y a las asambleas, suscitando una maravillosa corriente popular y multitudinaria de entusiasmo desinteresado, compromiso personal y esfuerzo altruista. Durante meses puso al poder constituido a la defensiva, atrayendo la simpatía de millones de personas en todo el mundo.
Se demostró que es posible constituir un gran movimiento popular sin contar con el “anticapitalismo” institucionalizado, financiado por la banca y por el Estado. Puso en claro que la política puede ser muchísimo más que un bronco y sucio forcejo por más escaños y más empleos institucionales suculentamente remunerados.
En un momento en que se necesita idear y articular una estrategia para la superación revolucionaria de la sociedad actual el 15-M fue un paso en esa dirección. Por ello aportó experiencias útiles que, cuando sean convenientemente evaluadas y asimiladas, serán valiosas para ir diseñando dicha estrategia.
Por todo ello, aunque ahora la tendencia es a olvidar lo que fue y significó dicho Movimiento, hay que sostener que muchas de sus aportaciones y enseñanzas son y serán útiles para idear y articular nuevas respuestas populares en la calle al régimen de dominación y a sus agentes institucionales.
¿Qué podemos aprender, tres años después? Sin ánimo de exhaustividad, se señalarán algunos aspectos.
Uno. La insuficiencia radical de las grandes movilizaciones y los montajes espectaculares. Se necesitan, además y sobre todo, minorías conscientes y pensantes que trabajen por el cambio social y personal, indiferentes a lo espectacular, masivo y bullangero. La clave está en lo cualitativo, no en la cantidad.
Dos. Si algo ha enseñado el 15-M es lo decisivo de la valía y calidad de las personas. En él ha fallado el sujeto, el ser humano. En las actuales condiciones ya no pueden hacerse cambios sociales sin realizar una revolucionarización paralela del individuo. Éste ha de autoconstruirse, tarea que ya no admite aplazamientos.
Tres. Las asambleas pusieron al descubierto la pobreza cognoscitiva e intelectual de nuestra sociedad. Por tanto, tenemos que dotarnos de un saber cierto, asentado en la experiencia, no en rancios dogmatismos, vetustos panfletos y sospechosos saberes académicos, para transformar la sociedad. La debilidad e impropiedad de los contenidos hizo inviable el Movimiento a los pocos meses de nacer.
Cuatro. La vía posibilista y reformadora que adoptó a partir de un momento el 15-M, que parecía tan “realista” era la más irreal porque no tenía en cuenta que nuestra sociedad, y el resto de las europeas, ya no pueden proporcionar mejoras tangibles, pues la crisis iniciada en 2008 significa el fin tendencial de una era, precisamente la del reformismo institucional como práctica. En este terreno los resultados son concluyentes: lo conseguido como reformas ha sido muy pobre, prácticamente cero.
Cinco. En el movimiento faltó una idea unificadora transcendente. Era pueril la creencia de que bastaba con ocupar las plazas y hacer asambleas para forzar al statu quo a ceder, a conceder. La ausencia de una noción impulsora del esfuerzo colectivo, que incorporase todo lo esencial en un bloque programático único, fue uno de los fallos fundamentales. La idea de revolución integral podría haber cumplido esa función.
Seis. La ilusión de lo fácil, divertido y cómodo ha sido cuestionada por el desenlace final del 15-M. Para quienes buscaban frívolamente vivir una experiencia de “contestación social” aquél quizá haya sido satisfactorio pero para los que ansiaban transformar realmente la sociedad el desenlace final ha resultado traumático. Esperemos que las categorías de complejo, abnegado y difícil se abran ahora paso en las conciencias. Sin ellas nada puede realizarse.
Siete. La asamblea digna de tal nombre es otra cosa. El 15-M ha banalizado y frivolizado el concepto mismo de la asamblea, reduciéndola a una reunión de personas que charlan sobre esto o lo otro, sin propósitos definidos y sin vínculos previos que las unifiquen entre sí. Al unirse a ello el resto de los problemas señalados lo que ha resultado es un descrédito de la asamblea.
Ocho. El 15-M no ha sido, en lo principal, destruido por la represión, simplemente se ha destruido a sí mismo, al carecer de los elementos mínimos necesarios para existir y perdurar. Esto es de una gravedad notable, pues viene a significar que nuestra sociedad está muerta, y que las gentes que la habitan son, por el momento al menos, inhábiles para trabajar por la propia emancipación.
Nueve. El 15-M fue el proyecto transformador de la juventud urbana, generalmente con estudios superiores o medios. Fracasado, dicha juventud se ha retirado a la busca de soluciones individuales, desde la emigración al extranjero hasta la subsistencia personal en la economía sumergida. Los efectos que todo esto tendrá en nuestro futuro están por ver, pero hoy suscita bastante inquietud.
Diez. La meta ha de ser la transformación integral de la sociedad, del individuo y del sistema de convicciones y valores, la revolución integral. En cuanto el 15-M abandonó su idea original, dar una respuesta de cambio revolucionario a la totalidad de la vida colectiva, para centrarse en reivindicaciones de reformas, se desmoronó. Las experiencias del futuro que se inspiren en el 15-M han de ser, ante todo, revolucionarias, totales e integrales, no reformadoras, corporativistas o posibilistas.
La evaluación autocrítica sobre el 15-M, a efectuar en el presente, pone al descubierto algunas de las nociones claves necesarias para revolucionarizar las sociedades contemporáneas, autoconstruir al ser humano y avanzar hacia una gran mutación axiológica, o en los valores. Trabajar en esa materia es importante, labor que ha de ser, en lo más básico, de tipo personal. Quienes estuvieron implicados deberían de realizar su propio balance, alcanzando una explicación propia de lo que fue el Movimiento, de sus lados fuertes y débiles y, también, de los procedimientos para lanzar iniciativas similares en el futuro.
El 15-M es ya historia pero sus enseñanzas serán parte decisiva del futuro.
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