Por Arcadi Oliveres.
El señor Emilio Botín ya hacía muchos
años que presidía el Banco de Santander, pero era la tercera generación
de su familia que se ocupaba.Una
saga de banqueros poderosa. Cuando yo era jovencito, Emilio Botín no
era él, sino su padre. Por lo tanto, él ya lo había heredado y pretendía
que su hija se hiciera cargo cuando él muriera.
Es Ana Patricia Botín, que ya ha
presidido algún otro banco. Ya veremos cómo acabará esta
cuestión.Podemos decir que ha sido un banquero clásico. Botín tenía un
arraigo muy fuerte de su banco en la ciudad de Santander. Las veces que
he ido me he dado cuenta de que cualquier cosa –concerts, edificios,
museos, universidad … – es patrocinada por el banco. Se trataba de un
cacique local de la antigua estirpe. Personalmente, Botín estaba
absolutamente obessionat por su salud.
Hasta el extremo que viajaba siempre con
un desfibrilador en una maleta. Por desgracia, no le ha servido hasta el
final si es que se ha muerto de un infarto. Además, Botín ha sido un
caso paradigmático de vinculación entre poder económico y poder político.Acogió en su banco muchos ex-ministros. Es la famosa cuestión de las puertas giratorias.
Por ejemplo, un cargo importante del
banco la ejerce Matías Rodríguez Inciarte, que era el ministro de la
Presidencia con Leopoldo Calvo-Sotelo. Precisamente, este señor ha sido
mucho tiempo el representante personal de Botín a las reuniones del
famoso Club Bildelberg, donde se reúne más descaradamente el poder
económico y político.Forman parte estos que manejan el cotarro del poder
mundial. O las barajaban, porque el auge de los chinos y los indios les
ha tomado posiciones.
En estas reuniones sólo iban dos
españoles de manera permanente: el ex-rey Juan Carlos y el señor Botín.
Esto quiere decir que el banquero estaba en la cúpula absoluta del
poder. Por otra parte, diría que Botín ha encontrado bastante detrás de
toda la barrida que se ha hecho de las cajas de ahorros.
En buena medida, han desaparecido después
de las maniobras de la banca privada para ganar terreno. Las cajas
estaban en manos de instituciones públicas, fundaciones … pero algunos
quisieron que el negocio bancario cada vez estuviera más en manos
privadas. Otra característica a destacar de Botín es la expansión
internacional de sus negocios.
Ha convertido el Santander en uno de los principales bancos del mundo. Y ha acabado teniendo una presencia abusiva en América Latina.También
debemos recordar que este señor ha tenido una relación generosa con el
fraude fiscal. Evidentemente, ha tenido buenos abogados para evitar
entrar en prisión.
Pero se han descubierto enormes
cantidades de fraude fiscal suyo y de su familia. Se le han descubierto
cuentas secretas en todo los mundo. Y eso es bueno de no olvidarlo.
Aunque vale la pena explicar otra cosa que me parece interesante de
mencionar. Y es que convirtió el Santander en el segundo inversor de
España en la industria armamentística.
Y finalmente, algo que a mí siempre me ha
sabido mal como profesor universitario. Que la universidad haya
permitido al Santander de tener oficinas dentro de las facultades.
Cuando sabes que una banca que ha llegado a cometer tantas estafas y
fechorías es lo primero que te encuentras cuando entras en la antigua
Facultad de Económicas en la Diagonal, donde yo había estudiado, me
duele el corazón.Y hay algo que todavía me duele más. Hace un año o dos
fui a Valencia a dar una conferencia.
El diario explicaba que el día antes había ido precisamente el señor Botín. A qué hacer? En
una reunión con los rectores de todas las universidades del estado para
ofrecerles una programa de financiación que se llama Universia,
vinculado a becas a estudiantes … Y aquellas decenas de rectores
aplaudieron locamente aquel señor para que les aportaba un poco de
dinerillo para financiar unas becas.
Como profesor de universidad me dio
vergüenza ajena que los rectores aplaudieran con fervor un señor que ha
cometido todo tipo de delitos, estafas y fraudes fiscales.
Lince de la usura con la pasta en Suiza
El presidente del Banco Santander, Emilio Botín-Sanz de Sautuola y García de los Rios,
ha muerto en Madrid a los 79 años por una ataque al corazón. La
dirección de la entidad nombrará hoy mismo, 10 de septiembre, a su hija,
Ana Patricia Botín, como nueva presidenta. La noticia
fue conocida a primera hora de la mañana en el Congreso, que celebraba
sesión de control al Gobierno, y provocó reacciones de pésame de los
dirigentes políticos.
El tercer banquero de la saga de los Botín (Biografía oficial)
desaparece cuando la justicia investiga la presunta implicación de la
entidad en la trama de blanqueo de más de 2.000 millones de euros
atribuida al hijo mayor del expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol Ferrusola,
a través de operaciones inmobiliarias entre las que figura la compra de
la Ciudad Financiera que el banco posee en Boadilla del Monte (Madrid),
un complejo que José Luis Rodríguez Zapatero tuvo
mucho interés en visitar antes de abandonar la presidencia del Gobierno.
Hace dos años, Botín y sus hijos regularizaron sus cuentas secretas en
Suiza y pagaron 200 millones de euros a Hacienda por la fortuna no
declarada entre 2005 y 2010, lo que supuso el archivo de la causa penal
abierta en la Audiencia Nacional.
Botín iba a cumplir 28 años de presidente del Santander. Sucedió a su
padre –quien había sucedido a su abuelo al frente de la entidad– en
octubre de 1986, cuando tenía 52 años. Si don Emilio fue considerado el
penúltimo gran banquero de la famosa aristocracia del dinero y Luis Valls Taberner le bautizó como Botin el Grande,
el hijo rompió enseguida el pacto tácito reinante en las relaciones de
los siete grandes y desató la guerra por la captura del pasivo.
Este cántabro, casado, padre de seis hijos, aficionado al golf y a la
pesca, muy celoso de su intimidad, licenciado en Economía y en Derecho
por la Universidad de Deusto y preparado para manejar las riendas del
banco, en el que entró a trabajar cuando tenía 24 años, marcó un estilo
propio, innovador y agresivo, que le convirtió en temible entre sus
contemporáneos. Quitó la proposición de lugar del nombre del banco: ya
no era Banco de Santander sino Banco Santander. Con ello significó el
cambio de estrategia, consistente en reducir a medio y largo plazo la
cartera industrial y apostar por la banca de particulares.
Según los periodistas Ignacio Alonso y Francisco Cabezas,
meditó durante meses en su despacho de la Torre Negra de Azca la nueva
táctica de la guerra del pasivo. Lanzó la “supercuenta”. Aprovechó una
coyuntura de altos tipos de interés y una reducción prevista del
coeficiente de caja para masificar un producto que le daría prestigio y
negocio. Naturalmente, dejó de asistir a las habituales reuniones
mensuales con sus colegas. ¿Cuántos clientes atrajo de los demás bancos?
Fue una pregunta a la que nunca contestó. Él solo decía que una de cada
cinco familias eran clientes del Santander.
Aunque el Banesto y el BBV, todavía sin la A de la pública Argentaria,
respondieron al duelo de la “supercuenta”, el sagaz Botín demostró que
el que da primero da dos veces y, con una gestión innovadora, consiguió
duplicar los activos del banco en cinco años. Lanzó al mercado nuevos
productos como los fondos de inversión y los créditos hipotecarios a
bajo interés, interés fijo o variable, y la opción en ecus. Huyó de las
fusiones y prefirió sellar alianzas estratégicas con entidades
internacionales.
Sobre el negocio de la usura solía decir que no se puede hablar de banca
sino de bancos. Tenía razón. Y consiguió convertir el Banco Santander
en el primero de Europa. También decía que sus reglas eran dos:
innovación y dedicación veinticinco horas al día ocho días a la semana. Paul Lafargue,
amigo del Dios barbudo de los cristianos porque después de seis días de
trabajo descansó por toda la eternidad, le habría considerado su
principal adversario.
Él no tenía amigos políticos, pero se llevó bien con todos los presidentes de Gobierno y de algunos, como José María Aznar López, que enriqueció a sus amigos con las privatizaciones, las famosas stop options
sobre empresas públicas saneadas y muy rentables, realizó tales elogios
que el entonces inquilino de la Moncloa no sabía cómo compensarle.
Conocedor de que admiraba el arte románico, le regaló una talla que, a
su vez, había sido adquirida por el anticuario y amigo Félix Pastor Ridruejo.
Botín le dio las gracias, pero no por el regalo, sino porque, por fin,
aparecía la talla que le robaron años atrás del palacete de Santander.
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