¿Qué es un trabajador en sentido económico-político?
Ninguna escuela económica
se pone de acuerdo en definir qué es realmente un trabajador en sentido
puramente económico-político, esto es, en el marco del campo económico.
Ni tampoco ninguna escuela filosófica que se precie de afirmarse como
tal, en tanto que el pluralismo de la realidad puede llevarnos a creer
que trabajador es todo aquel que realiza un trabajo, y trabajo sería
toda acción humana de “creación” de relaciones con otros sujetos a
través de cosas, independientemente de si se hace por un salario o
gratis.
Pero las relaciones institucionales que se conforman y
desarrollan en el campo económico, en concreto, en las ramas de las
relaciones de producción (producción, distribución, intercambio, cambio y
consumo), relaciones que se entretejen de manera pluralista en dicho
campo económico con otros campos (técnicos, tecnológicos, científicos,
políticos, culturales, jurídicos -sobre todo estos, pues la propiedad es
una cuestión jurídico-político-económica cuyo estudio es vital para
clasificar las clases sociales de una sociedad política en relación
también al mismo campo económico-), tienen tan calado en el Mundo
actual, pero siempre con una base histórica de desarrollo de siglos y
milenios que no puede obviarse así como así, que a algunos les resulta
muy difícil determinar dónde está la frontera entre el trabajo económico
y el trabajo no económico, y lo que es más perentorio determinar,
cuáles son los factores que nos permiten ver que no todos los trabajos
ni las clases de “trabajadores” son iguales, hasta el punto que muchos
trabajadores “dejan de serlo” no por retiro espiritual, paro,
jubilación, marginación social o deceso, sino por mor de dichas
relaciones de producción que los permite “trabajar menos” que el resto y
“vivir de trabajo ajeno”, como hacen los empresarios. Las claves que
podrían permitirnos entender qué es un trabajador y qué es el trabajo en
sentido político-económico, desde una perspectiva materialista, serían
las siguientes:
a) El trabajo es la acción que todo
sujeto realiza juntando y separando cuerpos externos a sí mismo para
conformar nuevos términos corpóreos que tendrán, a partir de estas
operaciones, una recurrencia ajena a las operaciones de dicho trabajo.
Así pues, el trabajador sería quien realiza estas operaciones
apotéticas, alotéticas y paratéticas de acercamiento y juntura y
separación de cuerpos-términos institucionales hasta conformar un nuevo
término cuya “vida” tras sus conformación será independiente en mayor o
menor grado de las acciones que lo han conformado. Esto
independientemente de si ese trabajo es doméstico (meramente práctico y
técnico), de si el término conformado será de uso exclusivo del
trabajador que lo ha conformado en materia doméstica o incluso en
materia económica (la primitiva manufactura) o ya de si hablamos de
complejas relaciones de producción inentendibles sin las relaciones
transformativas que permitieron el paso de la técnica-manufactura a la
tecnología-maquinaria. La analogía entre trabajador y cirujano o entre
trabajador y científico (cirujano y científico también son trabajadores
en sentido económico-institucional) es bastante acertada a mi juicio
para ejemplificar cómo estas operaciones permiten relaciones entre
términos externos al trabajador mismo y, también, entre el trabajador y
los términos que conforma.
b) El trabajador, en el campo económico y
desde su conformación prístina inseparable desde la formación de los
primeros Estados prístinos de la Antigüedad (pues la Razón económica
comienza cuando comienza el Estado como conjunto complejo de
instituciones cuya recurrencia y estabilidad, eutaxia, cuyo perseverar
en el ser nunca es perfecto, sino infecto), es al mismo tiempo que un
sujeto operatorio gnoseológico, un término del mismo campo relacionado a
su vez, y a medida que el campo económico se desarrolla y se vuelve más
complejo, con otros términos similares a él, otros trabajadores, así
como los términos-mercancía (bienes y servicios) se relacionan a través
de las operaciones de acercamiento y separación a otros trabajadores en
la rama de la producción de las relaciones de producción, pero también
de la distribución, el intercambio y el cambio (relación puramente
financiera y relacionada con el cambio monetario y la liquidez que
permite el posterior consumo de mercancías cuya circularidad es
interestatal). En un momento dado, la rama de las relaciones de
producción que permite relacionar las mercancías entre sujetos
conformadores y otros que se benefician de esa conformación-producción, y
que a su vez pueden o podrían producir esas u otras mercancías para su
circularidad nacional e internacional, es el consumo. Así pues,
términos, relaciones y operaciones como relaciones sintácticas
gnoseológicas se entretejen entre sí en el campo económico, permitiendo
que las operaciones que conforman mercancías se entretejan con
relaciones que permiten el intercambio industrial de los términos que
permiten la conformación de nuevos términos surgidos de operaciones de
producción llevadas a cabo por trabajadores organizados
institucionalmente de manera racional en el campo económico, siendo
estos trabajadores términos y, a la vez, relaciones, pues las relaciones
que entre sí mantienen para la rotación recurrente de los
términos-mercancías que producen se dan precisamente a través de cosas.
Se trata, por tanto, de relaciones circulares en el sentido del espacio
antropológico, aunque también tengan su parte radial en tanto que muchas
mercancías, bienes y servicios, del campo económico serían impensables
sin la transformación constante de los recursos naturales y el
territorio de la capa basal de una sociedad política.
c) En el marco de dichas relaciones de
producción, el surgimiento de distintas clases de trabajadores y de
oficios es parejo, paralelo y se entreteje, con el surgimiento de
técnicas, tecnologícas, ciencias distintas, sin las cuales no pueden
entenderse las clases sociales de una sociedad. Cuando el Estado alcanza
tal complejidad estructural que necesita organizar las acciones
productivas de sus habitantes de tal manera que la recurrencia de sus
vidas es inseparable de la recurrencia del Estado mismo, surge la
tanatopolítica en pleno siglo XVIII como “administración de la muerte de
los sujetos que conforman la sociedad política”, o en términos
marxianos, la administración por parte del capitalismo del “capital
humano sobrante” que no permite la recurrencia de las relaciones de
producción, es decir, de sujetos aptos para el trabajo y el consumo. Y
paralelamente a esta tanatopolítica, se desarrolla la llamada
biopolítica como “administración de la vida de los sujetos que conforman
la sociedad política” no ya tanto como trabajadores, sino como especie
humana que, sin embargo, se rige por “constantes cálculos económicos de
evitación del dolor y búsqueda del placer”, o lo que es lo mismo, el homo oeconomicusproductor,
distribuidor, intercambiador, cambiador financiero y consumidor
(prosumidor, en expresión de Alvin Toffler). Este tipo de administración
de la vida y la muerte en relación al trabajo necesita de técnicas muy
refinadas de conformación constante de los sujetos operatorios como
módulos también del campo económico, que necesita de, a mi juicio, cinco
campos prácticos y del saber indispensables para la vida moderna, para
su recurrencia y para entender la complejidad que a través del trabajo
racionalizado e institucionalizado (las clases sociales) han alcanzado
los Estados modernos desde los procesos de holización político-económica
del jacobinismo y el liberalismo católico-hispano y
anglogermano-protestante: la Economía Política, la Medicina, el Derecho,
la Psicología y el Ocio.
d) Es el Derecho el campo que, en
principio, más relación directa tiene con el poder conjuntivo del Estado
(el poder judicial), y también con el poder redistributivo basal
encargado de la tributación, así como el poder cortical diplomático (que
permite a una sociedad relacionarse, también en materia económica, con
otros Estados). La teoría de las capas y ramas del poder de la sociedad
política de Gustavo Bueno nos permite, dicho todo lo anterior, y
teniendo también presente la teoría del espacio antropológico también de
Bueno, y sus ejes circular (relaciones entre los sujetos entre sí a
través de cosas producidas por esos mismos sujetos), radial (relaciones
de los sujetos con su entorno natural) y angular (relaciones con otros
sujetos vivos racionales como puedan ser los númenes religiosos, los
dioses o la mezcla de ambos que, en cierto sentido, supondrían los
extraterrestres), tener una teoría de las clases de trabajadores de una
sociedad política compleja ajustada a la realidad efectiva de dichas
sociedades. Es evidente que “todo el Mundo” que no está impedido de
alguna manera (vital o socioeconómicamente) “trabaja”, pero eso no nos
permite decir que todos los trabajadores son iguales, salvo en sentido
formalista ante la Ley, algo que ya la izquierda anarquista y después el
marxismo denunciaron como punto de inflexión en su teoría de la
“alienación” capitalista, de cuño hegeliano en Marx, para ver que la
igualdad ante la Ley burguesa, y sus declaraciones de los derechos del
hombre y del ciudadano era una declaración comercial de extensión
universal de las relaciones capitalistas de producción. Cuando el Estado
se configuró al mismo tiempo se configuraron las clases sociales y el
reparto de la propiedad privada, esto es, el reparto del territorio
entre sujetos más o menos afines al poder del Estado. Y claro, para
realizar tal proceso de asignación de la propiedad escribas, soldados y
reyes tuvieron que trabajar muchas horas al día, al igual que muchos
políticos, militares y grandes empresarios del Presente
político-económico. Pero las horas que uno echa al día “trabajando”,
incluso en sentido económico, no son suficiente argumento para igualar a
un oligarca y a, por ejemplo, un minero, un reponedor o un ama de casa,
la cual supone ser una institución esencial para la recurrencia de
sistemas económicos complejos, aún cuando no percibe un salario por
ello. Por ello, el Derecho es el primer campo de acción de asignación de
las propiedades generadas a través del trabajo institucionalizado de
una sociedad y entre sociedades políticas, con base o bien al
mantenimiento de la apropiación originaria (el Antiguo Régimen) o a su
transformación radical y revolucionaria con vistas a una nueva
redistribución de la propiedad (en sentido capitalista o socialista).
e) Así pues, podemos encontrarnos
trabajadores en el marco directo de las relaciones de producción en la
capa basal del Estado, tanto proletarios (productores directos de valor)
como asalariados (que permiten la distribución, intercambio, cambio y
consumo de los valores producidos, aunque no los produzcan directamente,
pues hay clases de trabajadores que no producen valor, sino que lo
“consumen” en el mismo proceso de recurrencia de las relaciones
institucionalizadas de producción). Pero dicha recurrencia, y su
necesaria asignación jurídica como propiedad estatal o
privada-privativa, ha de estar asegurada por el Estado en sentido
jurídico, tanto a nivel tributario como simplemente de explotación y
herencia. De ahí que también haya trabajadores conjuntivos
(funcionarios, administrativos de diverso tipo en régimen de
arrendamiento de servicio, policías), y trabajadores corticales
(funcionarios diplomáticos, embajadores, militares y soldados sin los
cuales el campo económico de la sociedad política a la que pertenecen no
podría darse). Y por ello, también trabajadores circulares (en todas
las capas y ramas del poder), radiales (los que explotan directamente
las materias primas) y angulares (aquellos que, entre otras cosas, se
encargan de la recurrencia y explotación de mitos luminosos, oscuros y/o
neutros, para la propia recurrencia social, muchas veces a cambio de un
salario, como puedan ser sacerdotes, reverendos, rabinos o imames,
entre otros).
f) La diferencia de propiedad, de
derecho, que separaba ya en su momento lo que Marx y Engels señalaron en
el “Manifiesto Comunista” de 1848, aún en sentido dicotómico, entre
“hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
burgueses y proletarios”, y tras admitir que hay muchas más clases de
trabajadores de todo tipo en las sociedades complejas tanto capitalistas
como socialistas o mixtas (lumpenproletariado, asalariados no
productores, funcionarios, soldados, “intelectuales”, profesores y
maestros, escribas, sacerdotes, policías, sindicalistas, amos y amas de
casa, servicio doméstico), permite ver un pluralismo del trabajo
realmente abrumador al tiempo que permite separar en materia de salario a
diversas clases de trabajadores del resto, la llamada “aristocracia del
salario” con sueldos altísimos e incluso con acciones en sus empresas
(también los hay con acciones y salarios más modestos) y aquella masa de
trabajadores poco o nada cualificados, que suelen tener trabajos
temporales en nuestras modernas sociedades políticas. Luego estarían
esos sujetos que, sí, “trabajan mucho” pero que el Derecho del Estado en
el que viven y desarrollan sus actividades económicas, y
diplomáticamente reconocidos por otros Estados, tienen propiedades
privadas-privativas que les da un estatus social y un poder
político-económico que el resto de trabajadores, proletarios y
asalariados, no pueden ni imaginar. Desde la llamada “pequeña burguesía”
a la gran burguesía oligárquica actual (comercial, industrial o
financiera), estos sujetos se caracterizan por tener propiedad legal,
ilegal y/o alegal sobre determinadas instituciones dentro de cada una de
las cinco ramas de las relaciones de producción arriba señaladas. Así
pues, la Gran Burguesía de nuestro tiempo, que “trabaja muchas horas al
día” e incluso en ocasiones empezaron siendo lúmpen (esto ya lo vio
Marx), sería aquella que tiene esas propiedades legales, ilegales y/o
alegales en todas y cada una de las ramas de las relaciones de
producción. Las relaciones entre módulos en el campo económico son
político-económicas, también morales y éticas, técnicas y tecnológicas
(tanato y biopolíticas también). Y no puede afirmarse por tanto ni que
sean “trabajadores a un mismo nivel” como si el Rey y el último leproso
de una aldea del Reino coman y caguen igual, ni tampoco afirmarse que
unos son “trabajadores por cuenta propia” (los capitalistas) y otros
“por cuenta ajena” (los asalariados). La “cuenta propia” y la “ajena”,
en el marco de unas relaciones de producción absolutamente
totalizadoras, no tiene sentido. La contabilidad puede ser “ajena” o
“propia” siempre que haya propiedad legal, ilegal y/o alegal sobre la
capacidad de contabilidad de el valor generado, producido y poseido por
parte de ciertos sujetos y ciertas instituciones, sean
privadas-privativas (la contabilidad empresarial) o político-estatal
(PNB y PIB).
g) Pero bromas aparte, las relaciones
entre clases sociales y, por tanto, entre distintos módulos enclasados
en el marco de una sociedad política económicamente compleja y
desarrollada, son múltiples y variables, también a nivel internacional
(las clases de sujetos humanos, también de trabajadores, son a nivel
universal totalidades meramente distributivas que pueden ser mixtas,
isoméricas, en determinados y puntuales momentos -guerras, invasiones,
luchas concretas seguidas por instituciones de otros Estados- que luego,
inevitablemente, vuelven a desconectarse). Y volviendo a las capas y
ramas del poder de Gustavo Bueno, y en su entretejimiento con las
relaciones de producción, y los modos de producción, el momento más
crítico de la dialéctica de clases es cuando ya no hay eutaxia (repito,
siempre infecta) y recurrencia entre los logros de las clases dirigentes
de la sociedad política, tampoco de sus clases burguesas con presencia
legal, ilegal y/o alegal en todas las ramas de las relaciones de
producción, en los vectores descendentes del poder político, y las
clases de trabajadores conjuntivos, basales y corticales, productores y
consumidores de valor económico, de los vectores de poder ascendente de
la sociedad política. O en términos bolivarianos: cuando hay
enfrentamiento entre el “poder político del Estado y del mercado” y el
“poder popular”.
Por Santiago Armesilla
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