Unidad desde abajo, desde las luchas, programa de transformaciones sociales, primarias,código ético y política de alianzas.
En el séptimo año consecutivo de crisis
económica seguimos viviendo una situación de excepcional emergencia
social con millones de personas desempleadas y cientos de miles de
familias desahuciadas. La juventud más preparada de la historia se ve
abocada emigrar buscando empleo. Andalucía sigue siendo una de las
naciones europeas con mayores índices de paro, precariedad y
desprotección social.
A la crisis de un sistema, el capitalismo, que es incapaz de satisfacer las necesidades más básicas de la población se une el desgaste de unos gobiernos cómplices con La Troika y el deterioro del régimen de La Transición. A nadie se le escapa el posible carácter constituyente de las próximas elecciones municipales.
Tras un ciclo de movilizaciones
importantes, con varias huelgas generales, y la participación de
millones de personas en la lucha, las elecciones europeas del 25 de mayo
abrieron un nuevo ciclo, de carácter electoral, donde
sin abandonar las movilizaciones las ansias e ilusiones de cambio de la
calle se quieren ver reflejadas en los resultados.
El surgimiento de nuevos movimientos de base
y plataformas de lucha y unidad de acción, como el 15M, el 22M y las
mareas, con nuevas asociaciones como la PAH, la Coordinadora 25S o el
Frente Cívico y la implicación de algunos de estos colectivos, de manera
más o menos activa, en procesos de convergencia así lo atestiguan.
2014 nos muestra que la normalidad política ha acabado, asistimos a una nueva situación de extraordinaria inestabilidad social y política. Nunca antes un millón y medio de personas (Marchas de la Dignidad 22 de Marzo)
tomaron las calles de Madrid convocados por la izquierda sindical y los
movimientos sociales alternativos por fuera de las estructuras del
bipartidismo sindical. Nunca antes el tablero electoral se ha trastocado
tanto, no sólo por la irrupción de Podemos, sino también por el descalabro del bipartidismo político.
La monarquía, uno de los sostenes intocables del régimen de La
Transición, producto del pacto con el franquismo, herida por los
escándalos de corrupción, ha tenido que abrir la sucesión,
con la retirada de Juan Carlos I. El otro elemento de sostén del
régimen, la unidad de España, también está siendo socavado por la masiva
movilización soberanista catalana en pro del derecho a decidir.
Como en otros momentos de la historia, la lucha por los derechos sociales, por el pan, el techo y el trabajo se une y vincula a demandas políticas
como el derecho a decidir, no sólo de los pueblos, sino también de la
ciudadanía, que aspira decidirlo todo. Cuando la rebeldía y la
insumisión se instala en las mentes y los corazones de la gente, de la
multitud, no hay forma de ponerle puertas la campo y el sueño de la
utopía, de lo que ayer parecía imposible se abre camino mediante la
lucha.
De lo que se trata ahora es de no decepcionar las ansías de cambio que existen en la calle, de encauzar la rebeldía, de llevar la unidad y la lucha en la calle también a las urnas.
La pregunta es: ¿cómo hacerlo?.
Desde nuestra humilde organización, la CUT, queremos aportar
públicamente nuestra visión no sólo para posicionarnos en el debate de
la convergencia sino también para intercambiar opinión con muchos
actores
En primer lugar, unidad.
Unidad de los de abajo, unidad de la gente que ha estado en la lucha,
en la movilización. Si fuimos capaces de ponernos de acuerdo para luchar
juntas, hombro con hombro, ¿por qué no vamos a conseguirlo en el ámbito
institucional?. El activismo, ya sea social, político o sindical,
acumula una enorme experiencia de unidad de acción. Hemos sabido tanto
en el 15M como en las Marchas de la Dignidad, en numerosas plataformas,
fortalecer lo colectivo, mediante el debate asambleario y de base,
creando sinergias y complicidades, frente a los cainismos de siempre. No
tiene ningún sentido que ese capital acumulado de unidad no se ponga en
valor en las instituciones, que constituyen otra parcela de la lucha de
clases.
Quienes han aceptado la sucesión
borbónica, quienes han reformado el art. 135 de la Constitución para
primar el pago de la deuda bancaria antes que el impulso de los derechos
sociales y los servicios públicos, quienes nos han impuesto reformas
laborales para llevar al mundo del trabajo a la precariedad más
absoluta, quienes han desmantelado el sector público mediante
reconversiones salvajes, privatizaciones y recortes… no parece que
tengan mucho que decir en un proceso de confluencia que tiene como
objetivo llevar a las instituciones la lucha contra lo que han hecho y
representan.
Y llegados a este punto queremos
expresar una alerta. No somos ilusos. En ningún momento hemos confundido
instituciones o gobierno con poder. Quien crea que bajo el euro y la
ultra neoliberal Unión Europea es posible llevar adelante políticas
emancipadoras de nuestra clase y nuestro pueblo se está auto engañando.
Las instituciones poseen un margen mínimo de actuación y
son más parte del problema que de la solución. Pero eso no quita que
las instituciones de su mal llamada democracia también sean terreno en
disputa, que intentemos llevar las contradicciones más allá de lo que
ellos quieren, para asaltar la tranquilidad de sus sillones gobernantes.
La democracia es una falacia en el capitalismo porque
el capital financiero siempre ha dominado a los gobiernos. Sólo es
posible articular soluciones duraderas a los problemas de la gente con
genuinas políticas de ruptura con el sistema y el régimen al servicio de
la mayoría social, esto es, poniendo la banca y los sectores
estratégicos de la economía en manos del pueblo y para ello es necesario
romper las estructuras dominantes mediante la combinación de una
poderosa movilización obrera, popular y ciudadana con la lucha
institucional.
Y aquí entramos en una segunda fase de
la convergencia. Resuelta la pregunta de con quién hacemos la unidad, se
trata de responder a para qué queremos la confluencia, para hacer qué?.
No vamos a ocultar nunca nuestra
identidad. Somos de izquierdas, soberanistas y anticapitalistas.
Deseamos una república andaluza que responda a los intereses del pueblo
trabajador andaluz, por fuera de la Unión Europea y en alianza con las
dos orillas del Mediterráneo, nuestro espacio natural. Pero nosotros abordamos la confluencia dejando el carnet en la puerta, porque sólo desde el mestizaje, la generosidad y la honestidad podremos afrontar con viabilidad la confluencia.
La convergencia es programática.
No se trata de establecer debates ideológicos sobre que cultura
política lleva o no la razón, tendremos que ir todas las personas a la
confluencia, confeccionando de manera participada un programa. Un
programa que responda a los problemas acuciantes de la población, al
modelo de ciudad y pueblo, conectando con los barrios y respirando sus
inquietudes.
El programa es el carnet de identidad colectivo y la elaboración de un programa participado es en sí mismo un proceso de conexión
con los barrios, con la ciudadanía, es un proceso de empoderamiento
colectivo que nos arma políticamente para afrontar el reto de las
municipales no contando con la gente como sujeto pasivo, sino siendo la
gente.
El programa no es una lista de demandas y
reivindicaciones. El programa es, en primer lugar, la comprensión común
de las tareas comunes. El programa debe definir el comportamiento ético
de los cargos públicos y la política de alianzas. Si queremos algo
realmente nuevo, ajeno a la vieja política, es necesario que el código ético de los cargos públicos
se cumpla escrupulosamente. Lo contrario sería defraudar a la
ciudadanía. Los cargos públicos deben estar bajo mandato revocatorio de
la asamblea en el caso de que no cumplan lo acordado democráticamente.
Quienes nos representen como cargos públicos deben desde el minuto uno comportarse de forma diferente. Deben
repudiar los privilegios y dar ejemplo siendo los primeros a la hora de
luchar y situarse en la última línea a la hora de disfrutar los
beneficios de la lucha. No queremos ensillonados, queremos cargos públicos que estén con la gente, en las luchas, a pie de tajo y de calle.
La política de alianzas
es otro elemento clave. Y ya no vale decir que se afrontará tras las
elecciones. La gente quiere estar informada y saber a qué atenerse. Al
igual que pensamos que la permanencia de IU en un gobierno con el PSOE
es un lastre para la convergencia, consideramos que si queremos
representar un nuevo tiempo no valen las argumentaciones de “todos contra la derecha”
en el sentido de establecer gobiernos con el PSOE. El PSOE ha estado en
las decisiones importantes en la misma trinchera que el PP y forma
parte de las políticas de La Troika y del régimen. Nos parece que el
nuevo tiempo exige que se tenga un debate sobre esta cuestión y que el
electorado sepa y conozca cual es la política de alianzas de forma
previa a las elecciones, para que nadie se lleve a engaño. Nosotros
adelantamos nuestra opinión, que se sustancia en “nada con el
bipartidismo”. No queremos gobiernos conjuntos con quienes tienen un
modelo de sociedad y de ciudad que no respetan los derechos humanos ni
la sostenibilidad medioambiental, con quienes han hecho de la
especulación inmobiliaria y el ladrillo, fuente de muchas corruptelas,
su modelo estratégico. Y parece que no estamos tan locos cuando en la
última encuesta de la SER el 31,6% de los andaluces y andaluzas
prefieren un gobierno de “una coalición alternativa de la izquierda que integre a IU, Equo y Podemos” frente al 10% que opta por un gobierno del PSOE en solitario o un ridículo 5,3% que apoya la continuación del bipartito. [1]
Es obvio que el programa
debe responder a las peculiaridades de cada ciudad o pueblo. Pero
también es lógico que tenga una cohesión. No es de recibo que en un
pueblo o ciudad se plantee la privatización de servicios municipales
mientras que en otro se apueste por lo contrario. Si estamos contra los
recortes vengan de donde vengan, contra La Troika, habrá que establecer
un programa marco mínimo que sea común con ejes como la defensa de los
servicios públicos, el fomento del empleo público y de calidad, impulso
del cooperativismo y la economía social, la democracia participativa, la
lucha contra la corrupción, la promoción del alquiler social de la
vivienda, el fomento del transporte público… y todo ello atravesado por
políticas de igualdad de género y de sostenibilidad medioambiental.
El tercer estadio de construcción de la
confluencia es la confección de las listas. A nuestro parecer hay que
huir de cualquier sospecha de pacto de cúpulas o mesas camillas. Y la
única forma de evitarlo es el procedimiento de primarias.
Hay que darle la palabra a la ciudadanía rebelde, coherente, insumisa…
no sólo en el programa, no sólo en la política de alianzas, también en
la confección de las listas, en la elección de las candidaturas. Es el
mejor método para que la transparencia fluya desde el inicio.
Las candidaturas de confluencia, inevitablemente, deben incorporar una articulación jurídica
que permita que los votos puedan sumar a la hora de disputar también
las diputaciones. En las elecciones municipales no sólo se eligen
concejalías, también se eligen, en función de los votos obtenidos por
cada candidatura en el marco de cada partido judicial, los diputados y
diputadas que conforman el gobierno de las diputaciones. Partiendo de
nuestra apuesta por la desaparición de estos entes administrativos
intermediarios, constituiría una locura jugar sólo la mitad del partido y
dejar la otra mitad al bipartidismo. Mientras que existan las
diputaciones y no tengamos la fuerza suficiente para cambiar la
Constitución y hacerlas desaparecer, tenemos que tener en cuenta esa
realidad administrativa provincial que ha salido muy fortalecida de la
última reforma local auspiciada por el Gobierno del PP en detrimento,
una vez más, de los Ayuntamientos. Hasta tal punto esto es así que
muchos Ayuntamientos necesitan de los programas de la Diputación para
garantizar los servicios básicos esenciales.
Finalmente, queremos reiterar de nuevo y nunca insistiremos suficientemente en esta idea, que las elecciones no son un fin en sí mismo
y que no constituyen ninguna solución real y definitiva para los
problemas de la gente. Nuestro objetivo nunca deberá ser gestionar las
miserias presupuestarias que nos deja el sistema, sino intentar la
subversión del mismo, incluso dentro de esas mismas instituciones. Claro
que hay que mitigar, en la medida de lo posible, el sufrimiento de la
gente, pero no es esa la finalidad. No es la finalidad de la izquierda
recortar mejor que la derecha, sino acabar con los recortes. Las
elecciones son un medio más del que disponemos para sumar fuerzas en la
lucha por transformar la realidad, por cambiar el sistema, por derrocar
el régimen y abrir un proceso de ruptura democrática y por derribar a
los gobiernos de La Troika. Las posiciones ganadas en las instituciones
deben estar al servicio de la lucha y no al revés.
Estamos por la confluencia y
participaremos en todos los procesos de unidad que se abran a cualquier
nivel territorial y lo haremos con los criterios que aquí hemos
apuntado.
Andalucía, 16 de septiembre de 2014
http://lacut.net/documentos/declaraciones/42-llevar-a-las-urnas-la-unidad-y-la-lucha-de-la-calle.html
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