jueves, 3 de abril de 2014

La tertulia

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Por Lucas León Simón.
Blog del autor: http://lucasleonsimon.wordpress.com
Algunos sábados busco un determinado canal de la televisión y trato de ver o escuchar una tertulia, o amago de feroz debate, que se teatraliza con nocturnidad y alevosía.
A la derecha de los espectadores se sientan unas hortalizas bien vestidas, relucientes al gusto de quien les paga y contrata, con una verborrea “democrática” recién adquirida en un “todo a cien”, que una semana si y otra también, desgranan su baratija.

Hay uno de ellos, que pasa por periodista, pero que parece un marqués francés de antes de la guillotina, que interpreta el papel de “moderno”. Todo lo que no encaja en su espacio mental de “gentleman” asilvestrado por el capital y la banca, es antiguo, pasado de moda y arbitrario frente al orden. “Su orden”. Que es el mismo de su abultada nómina.
Otro es un matón de barra de bar. Un “chulo tabernas” que impide hablar e interrumpe continuamente a quien considera un detritus de la izquierda, que además, para él, que tiene un sospechoso apellido, es infecta por naturaleza. Representa muy bien a lo que representa. La democracia de los puños y las pistolas.
Y hay un tercero que es un charco de la idea. Hace, semanalmente, un recorrido planetario por todas las tertulias y espacios de opinión de esta desgracia de país –con sus chorreras o medios informativos- haciendo de felpudo. De quita vergüenzas, portavoz y lameculos de su amo, supremo cruasán caliente de una quimérica eficacia y moral política.
El basurero queda, a los pocos minutos, tan repleto, que mi hígado se rebela, y bajo condena de estar insomne toda la noche tengo que cambiar de canal. No me pierdo mucho, porque el discurso es el mismo en cada semana, en cada año y en cada milenio. Quien elabora, desde el sur del mediterráneo y el sobresueldo, el argumentario para parlamentarios, concejales y cargos de un partido de recortes y corrupciones, les pasa puntual copia. Y todos argumentan al mismo y papagayeado dictado.
Los tertulianos, como malos actores sin energía, nos dan cada semana “su cante”. Impostado. Sólo que nuestra biología se defiende y, ante la enfermedad viral que transmite por el éter, se apresura a apagar el televisor. O como un vecino de calle, al que oigo pero no conozco, que suelta su adrenalina y manda cada sábado, especialmente a uno de estos tertulianos del cheque cobrado, a ese sitio tan cerca de lo escatológico como fecal.
De pronto me he tropezado con la palabra. Esos tertulianos, ese país y esa opinión que les paga por intentar lavarles su sucia cara es eso: fecal.
Despierto, y bostezando, los mando al mismo sitio que mi vecino.

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