martes, 2 de septiembre de 2014

Internet: Un invento militar que cambió la historia



En nuestro día a día hay mu­chos aparatos que utilizamos y que nos hacen la vida más fá­cil. Gracias a ellos, cocinamos más rápido, podemos comu­nicarnos con personas que se encuen­tran a miles de kilómetros de distancia, tenemos multitud de información con sólo pulsar un botón... Muchos de esos inventos se crearon con un fin militar
–sobre todo durante la Segunda Gue­rra Mundial-, pero su posterior evo­lución y desarrollo permitió aplicar­los en el campo civil. Vicente Ortega es catedrático de Telecomunicaciones y director de la Cátedra Isdefe-UPM -Universidad Politécnica de Madrid- que, entre otras cosas, se dedicada a investigar las aplicaciones duales de muchas tecnologías; según Ortega, la “fuerte relación entre el desarrollo de la tecnología y las ‘artes militares’, y el desarrollo de la guerra, es un he­cho históricamente demostrado y que prácticamente nadie niega”.
En algunos casos, esos inventos surgieron por necesidades de los ejér­citos... y en otros, fueron esas mismas necesidades las que impulsaron el desa­rrollo definitivo de algún invento. Aho­ra, en pleno siglo XXI, nos encontra­mos con el proceso inverso: son mu­chas las tecnologías del ámbito civil que se están aplicando en el ámbito de la Defensa y la Seguridad, por los re­cortes presupuestarios en la I+D+i que se registran estos sectores. Y esas tec­nologías que tienen un doble uso po­nen de manifiesto la importancia de in­vertir en investigación, desarrollo e in­novación. En 1944, el entonces presi­dente de EE.UU., Franklin D. Roosevelt, encargó un informe al director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico, Vannevar Bush. El mandata­rio estadounidense quería saber cómo dar a conocer al mundo las contribu­ciones que, durante la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. había hecho al conoci­miento científico.
También pedía a Bush asesoramien­to sobre qué podía hacer el Gobierno pa­ra apoyar las actividades de investiga­ción, tanto públicas como privadas, y có­mo se podía elaborar un programa efi­caz para descubrir y desarrollar el talento científico de la juventud estadouniden­se, para asegurar la continuidad futura de la investigación en el país. Algunas de las conclusiones que obtuvo son éstas:
  
UNAS IDEAS REVOLUCIONARIAS...
“El progreso científico es una clave esen­cial de nuestra seguridad como nación, para mejorar nuestra salud, tener puestos de trabajo de mayor calidad, elevar el nivel de vida y progresar culturalmente”.
“Es esencial que los científicos prosigan realizando algunos de los aportes a la seguridad nacional que tan eficazmente hicieron durante la guerra (…) Los científicos fueron moviliza­dos como las tropas y lanzados a la ac­ción para servir a su país en momentos de emergencia (…) En periodos de paz debe haber más, y más adecuadas, in­vestigaciones militares”.
Las facultades, universidades e ins­titutos de investigación son manantiales de conocimiento y comprensión. Mien­tras estos organismos sean vigorosos y saludables, y sus científicos tengan la li­bertad de perseguir la verdad, cualquie­ra que sea el lugar al que conduzca, habrá un flujo de nuevos conocimientos cien­tíficos para quienes puedan aplicarlos a problemas prácticos. En el Gobierno, la industria u otros lugares”.
              
INTERNET
En 1947, tres científicos de los Laboratorios Bell de EE.UU. -John Bardeen, Walter Bratain y William B. Shockley-, hacían la primera demostración práctica de un nuevo dispositivo, el transistor, que inauguraba la rama de la microelectrónica. Su desarrollo dio lugar a los circuitos integrados y a los microprocesadores que constituyen los ‘ladrillos básicos’ de toda la arquitectura de los computadores y las redes de telecomunicaciones.
Años más tarde, ya en la década de los 60, el Departamento de Defensa de EEUU decidió crear ARPA, una agencia de investigación especializada cuyo objetivo era promover, financiar y coordinar proyectos de I+D -Investigación y Desarrollo- que tuvieran interés estratégico para el Ejército. En ARPA –donde trabajaban investigadores militares y civiles- existía la necesidad de desarrollar tecnologías que permitieran la comunicación de datos entre computadoras, utilizando las infraestructuras de las redes telefónicas existentes en aquel momento.
Y ante la necesidad, comenzó el trabajo. En 1964, Paul Baran, ingeniero de la RAND Corporation -otra agencia creada por la Fuerza Aérea de EE.UU.-, comenzó a pensar en la creación de una nueva red de servicio público con una planta para comunicaciones digitales diseñadas específicamente para la transmisión de datos entre una gran cantidad de usuarios. El germen de internet estaba sembrado…
Sin embargo, no fue hasta 1967 cuando comenzó el desarrollo de ARPANET la primera red de intercambio de datos entre computadores. En 1969, ya había cinco nodos de la red conectados y en 1971, se superaba la docena.
A pesar de todo, no fue hasta el año 1983 cuando nació el Internet que todos conocemos. Lo hizo como conjunto de redes que empleaban distintas tecnologías con un protocolo común, el IP -cuyo ‘padre’ es Vinton Cerf-. En 1986, su gestión pasó a manos de la NSF -National Science Foundation-, máxima organización civil de coordinación y financiación de la I+D de EEUU y en 1988 se permitió el acceso a la red a empresas y particulares. Desde entonces y hasta hoy, el crecimiento de Internet es, sencillamente, imparable.

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