lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Qué sindicalismo en tiempos de crisis?


La crisis actual, en especial la crisis climática, y la guerra social declarada

por la Troika en mayo de 2010 (toda una política de demolición social de tres

pilares básicos: las condiciones de trabajo, los servicios públicos y las pensiones),

está poniendo a prueba el ser y el estar del movimiento sindical y del

movimiento obrero, sus estrategias para hacer frente a esta ofensiva, construir

la solidaridad de los de abajo y definir un modelo alternativo de sociedad que

responda a las necesidades de producción y reproducción de la humanidad y no

a la lógica depredadora, para la personas y la naturaleza, del capital.

Al calor de la crisis y, más allá de ella, de las transformaciones operadas en

la estructura de la clase obrera (fragmentación, división, precarización, emergencia

del precariado como un nuevo sector social… /1) y de su invisibilidad

política también emergen voces que plantean, forzando mucho el argumento,

el fin del proletariado.

Por nuestra parte, retomando la fórmula de Olivier Besancenot, pensamos

más bien que vivimos en medio de una gran paradoja: “los proletarios —entendidos

como aquellos que están obligados a vender su fuerza de trabajo, manual o

intelectual, para vivir— jamás han sido tan numerosos en la historia del capitalismo.

Sin embargo, jamás han tenido tan poca conciencia de existir como tales”/2.

Esta situación exige una mirada crítica sobre lo que ha sido la historia del

sindicalismo desde la crisis de los años 70. En aquella crisis renunció a una

salida social confrontada a la del capital y optó por aceptar la lógica del sistema

de aceptar “los sacrificios de hoy por el bienestar del futuro”. El corolario de

esa opción es de sobra conocido: el movimiento obrero entró en una espiral de

derrotas sucesivas (a veces con la colaboración de los grandes sindicatos —a

través del pacto social— y otras sin voluntad política para hacerles frente), que

trajo consigo una triple derrota: social, política e ideológica.

1/ Antes, “un parado o parada no era en general más que un asalariado entre dos empleos; hoy día, es un

medio social con sus permanencias y su renovación constante, (…) el estatus de precario era marginal (hasta

los inmigrantes solían beneficiarse de un trabajo estable); hoy día se vuelve norma (…) lo que exige (re)

pensar, percibir sus posibles formas de autoorganización”(Rousset, disponible en http://www.vientosur.info/

spip.php?article8900).

2/ Olivier Besancenot, La conjuration des inégaux. La lutte des classe au XXIe siècle, Cherche-Midi, enero

2014.

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La crisis actual también exige entender los cambios operados en el sistema,

los parámetros en los que se desarrolla la ofensiva del capital, las mutaciones

que se han operado en la clase obrera y los pilares sobre los que construir una

alternativa que responda a los retos de una transformación social y ecológica

desde una perspectiva feminista.

La escala y el espacio en la que se dan los conflictos (el peso de los mercados

financieros y de las instituciones internacionales sin ningún control democrático,

la transnacionalización de las empresas...) se han modificado sustancialmente,

se han intensificado las agresiones de las clases dominantes y

se han acelerado los ritmos y los tiempos en los que se resuelven. Todo ello

pone a prueba a las organizaciones sindicales en el terreno de los análisis, de

las respuestas y de las estrategias para recomponer una relación de fuerzas

terriblemente desfavorable tras las derrota de los años 80. Una derrota que, en

términos democráticos, se tradujo en un recorte sustancial de derechos y libertades

como consecuencia inevitable de la tendencia hacia un Estado cada vez

más autoritario para garantizar el control social.

Desde entonces, la política de los sindicatos mayoritarios (CC OO y UGT)

y de la Confederación Europea de Sindicatos vive anclada en la vía muerta del

diálogo social, obstinada en buscar la salida a la crisis en los parámetros del

mismo sistema que la ha generado y mostrando un autismo total ante la crisis

climática y los retos que plantea poner fin a la discriminación de la mujer en la

sociedad. En una palabra, una política sin ninguna voluntad de romper amarras

con el capitalismo.

Durante estos años la precarización de las condiciones de trabajo y de vida,

así como el desmantelamiento del Estado de bienestar y la privatización los

servicios públicos, se da a marchas agigantadas. Algo que no es de extrañar,

porque forma parte del ADN del capital. Lo lamentable ante semejante embestida

son las políticas de los sindicatos mayoritarios que, salvo raras excepciones

como la del País Vasco/3, carecen de voluntad política y de tensión

militante para hacerle frente e incluso forman parte activa de concesiones inaceptables

en los acuerdos con la patronal y el Gobierno.

Afortunadamente la realidad también presenta datos esperanzadores. Al

lado de ese sindicalismo mayoritario emergen iniciativas de sindicatos a la

izquierda de CC OO y UGT junto a movimientos sociales (como las distintas

Mareas o la exitosa movilización del 22m) que han logrado atraer a participar

de forma activa a sindicalistas de ambas centrales mayoritarias junto

a los de otras organizaciones. Estas iniciativas abren nuevas perspectivas,

muestran que la movilización ha dejado de ser un deseo para convertirse

en realidad e imprimen una nueva gramática (en el tipo de movilización,

formas de comunicación y organización, colaboración entre sindicatos y

3/ Ver http://www.vientosur.info/spip.php?article8881.

VIENTO SUR Número 134/Junio 2014 29

movimientos sociales…) que es preciso seguir con atención, sumergirse en

ellas y aprender.

Como ocurre con las movilizaciones que estos últimos años han tenido lugar

en Portugal, mayoritariamente protagonizadas por ese nuevo sector social que

conocemos como precariado, o con luchas obreras como la de la factoría Fralib

de la multinacional Unilever en Gémenos (Francia), que tras tres años de

un duro combate social, político y jurídico, con ocupación de fábrica incluida,

han logrado expropiar al patrón y buscan desarrollar una producción basada en

criterios de justicia social y medioambiental.

No son más que muestras de unas luchas que aun siendo dispersas y sin

solución de continuidad, señalan que hay otros caminos para responder a la

crisis y que es posible transitar por ellos a condición de generar la necesaria

convergencia de los agentes sociales para emprenderlas.

En sus Doce tesis sobre la economía de los muertos, John Berger decía, con

razón, que “pensar estratégicamente implica que uno se imagina en los zapatos

del enemigo. Entonces es posible amagar, tomar por sorpresa, desbordar por

los flancos, etcétera. Malinterpretar al enemigo puede conducir, a largo plazo,

a la derrota. A la propia.”

Situarnos frente a la crisis y los retos que nos plantea exige combinar dos

ámbitos de trabajo: uno a corto plazo, que tiene que ver con la construcción de

resistencias y la solidaridad; y el segundo, a largo plazo, que aborde los problemas

relativos a las alternativas y el modelo de sociedad que queremos construir.

No se puede hacer frente a la crisis ni recomponer una relación de fuerzas

favorable a las clases populares sin responder a la urgencia de cada día, a la necesidad

de tejer la solidaridad con las víctimas de la crisis y con quienes luchan

contra ella: en las fábricas, en los barrios, en el campo…, contra la destrucción

o la precarización del empleo, las discriminaciones, la privatización de servicios

públicos, etcétera. Esta experiencia práctica de resistencia aparece como condición

necesaria para recomponer una conciencia y un tejido social que permita

a las gentes de abajo reconocerse como parte interesada en romper con las cadenas

del sistema. De lo contrario, seguiremos siendo víctimas de la paradoja

de este último cuarto de siglo: seremos mayoría, pero sin conciencia de serlo.

Definir las alternativas y el modelo de sociedad que queremos construir

para responder a las urgencias sociales y medioambientales aparece como la

conclusión necesaria que da sentido a las iniciativas del día a día. Constituye

un marco de referencia sobre los objetivos de lo que debería constituir un

modelo de sociedad alternativo, que deberá enriquecerse con lo que nos vaya

aportando la propia práctica social.

El plural de este número está dedicado a abordar algunos de estos problemas

(que no todos) en cinco bloques. El primero, está dedicado a describir cuál es

la realidad de las clases trabajadoras en el Estado español y las tendencias do30

VIENTO SUR Número 134/Junio 2014

minantes a lo largo de estos seis últimos años, que Mertxe Larrañaga aborda

desde una perspectiva de género.

En el segundo, Laurent Garrouste traza un panorama detallado del punto

de inflexión que supuso el estallido de la crisis en 2008 para intensificar la

explotación económica y fisiológica de trabajadores y trabajadoras a partir del

vaciamiento que se da de los derechos recogidos en la legislación laboral como

fruto de la precarización de las condiciones laborales.

En el tercer bloque, Yayo Herrero, partiendo de la base de que “la forma en

la que se ha articulado el modelo productivo, distributivo y de consumo en la

sociedad capitalista colisiona frontalmente con las bases materiales que sostienen

la vida humana”, considera que, salvo raras excepciones, el movimiento

sindical ni siquiera es consciente de esos problemas que exigen repensar la

lucha de clases.

Junto a ella, Sophie Béroud, tomando como punto de partida las enormes

movilizaciones (más de tres millones de personas) que entre septiembre y diciembre

del año 2010 agitaron el panorama social y político francés durante 9

jornadas de movilización, debidas a la huelga de refinerías, y que estuvieron

a punto de paralizar el país, analiza las causas del debilitamiento del campo

sindical así como las contradicciones internas que le atraviesan. Era la primera

vez, tras mayo de 1968, que cundió el pánico en las elites francesas al punto

de provocar una fuga de capitales cifrada en en 65 millardos. Este movimiento

huelguístico concluyó con una derrota cuya larga sombra aún se extiende hasta

nuestros días con consecuencias políticas terribles como los resultados de las

elecciones europeas que han situado al Front National a la cabeza.

El cuarto bloque quiere ser una ventana a la esperanza. Como hemos señalado

más arriba, aunque sea de forma balbuciente, poco a poco se van abriendo

camino experiencias de lucha que van dejando trazos de por dónde avanzar.

Hemos querido recoger testimonio de cuatro experiencias. Carmen San José,

Javier Cordón y Jesús Jaén nos presentan un balance y perspectivas de la

Marea Blanca, que cuenta en su haber con la paralización de la privatización de

la sanidad en la Comunicad de Madrid. Teresa Rodríguez y Cecilia Salazar

hacen una radiografía de la Marea Verde a lo largo de estos años y el trabajo

que está desarrollando de cara al futuro.

João Carmargo nos adentra en la experiencia desarrollada en Portugal, que le

lleva a considerar a las y los trabajadores precarios como vector del relanzamiento

de la lucha de clases. No porque la lucha de los trabajadores y trabajadoras

haya tocado a su fin, sino para señalar la importancia de un sector social

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que se expande día a día y que no encuentra canales de organización en las

centrales sindicales tradicionales tal y como están configuradas.

La cuarta experiencia hace referencia a Fralib, una experiencia dura, como nos

relata Christine Poupin, en la que, tras tres años de lucha, la plantilla ha logrado

hacerse con la empresa y ahora proyecta un modelo de producción basado

en criterios de justicia social y medioambiental. Una lucha que nos trae a la

memoria la de LIP en los años 70, más precisamente desde 1970 al 1976, que

provocó un seísmo en la sociedad francesa: frente a la amenaza de 480 despidos,

los trabajadores decidieron ponerse en huelga ocupando la fábrica y encargándose

de la producción y distribución de relojes de forma autogestionada.

El 29 de setiembre de 1973 más de 100.000 manifestantes provenientes de

toda Francia y de Europa ocuparon esta ciudad que no contaba más de 115.000

habitantes. Los tiempos son otros y no cabe duda que la experiencia de Fralib,

para seguir adelante, va a necesitar muchas dosis de solidaridad.

Para concluir este Plural, Manuel Garí y Camilo Espino abordan el complejo

tema de las pistas para un nuevo sindicalismo, trazando antes lo que consideran

que deben ser los puntos referenciales, claves para construir una estrategia

sindical: la realidad de cómo se organiza y desenvuelve el sistema y los retos

que tiene por delante el movimiento obrero.
Josu Egireun y Manuel Garí, editores

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