La crisis actual, en especial la crisis climática, y la guerra
social declarada
por la Troika en mayo de 2010 (toda una política de demolición
social de tres
pilares básicos: las condiciones de trabajo, los servicios
públicos y las pensiones),
está poniendo a prueba el ser y el estar del movimiento sindical y
del
movimiento obrero, sus estrategias para hacer frente a esta
ofensiva, construir
la solidaridad de los de abajo y definir un modelo alternativo de
sociedad que
responda a las necesidades de producción y reproducción de la
humanidad y no
a la lógica depredadora, para la personas y la naturaleza, del
capital.
Al calor de la crisis y, más allá de ella, de las transformaciones
operadas en
la estructura de la clase obrera (fragmentación, división,
precarización, emergencia
del precariado como un nuevo sector social… /1) y de su invisibilidad
política también emergen voces que plantean, forzando mucho el
argumento,
el fin del proletariado.
Por nuestra parte, retomando la fórmula de Olivier Besancenot,
pensamos
más bien que vivimos en medio de una gran paradoja: “los
proletarios —entendidos
como aquellos que están obligados a vender su fuerza de trabajo,
manual o
intelectual, para vivir— jamás han sido tan numerosos en la
historia del capitalismo.
Sin embargo, jamás han tenido tan poca conciencia de existir como
tales”/2.
Esta situación exige una mirada crítica sobre lo que ha sido la
historia del
sindicalismo desde la crisis de los años 70. En aquella crisis
renunció a una
salida social confrontada a la del capital y optó por aceptar la
lógica del sistema
de aceptar “los sacrificios de hoy por el bienestar del futuro”.
El corolario de
esa opción es de sobra conocido: el movimiento obrero entró en una
espiral de
derrotas sucesivas (a veces con la colaboración de los grandes
sindicatos —a
través del pacto social— y otras sin voluntad política para
hacerles frente), que
trajo consigo una triple derrota: social, política e ideológica.
1/ Antes, “un
parado o parada no era en general más que un asalariado entre dos empleos; hoy
día, es un
medio social con sus permanencias y su renovación constante, (…)
el estatus de precario era marginal (hasta
los inmigrantes solían beneficiarse de un trabajo estable); hoy día
se vuelve norma (…) lo que exige (re)
pensar, percibir sus posibles formas de autoorganización”(Rousset,
disponible en http://www.vientosur.info/
spip.php?article8900).
2/ Olivier
Besancenot, La conjuration des inégaux. La
lutte des classe au XXIe siècle, Cherche-Midi,
enero
2014.
28 VIENTO SUR Número
134/Junio 2014
La crisis actual también exige entender los cambios operados en el
sistema,
los parámetros en los que se desarrolla la ofensiva del capital,
las mutaciones
que se han operado en la clase obrera y los pilares sobre los que
construir una
alternativa que responda a los retos de una transformación social
y ecológica
desde una perspectiva feminista.
La escala y el espacio en la que se dan los conflictos (el peso de
los mercados
financieros y de las instituciones internacionales sin ningún
control democrático,
la transnacionalización de las empresas...) se han modificado
sustancialmente,
se han intensificado las agresiones de las clases dominantes y
se han acelerado los ritmos y los tiempos en los que se resuelven.
Todo ello
pone a prueba a las organizaciones sindicales en el terreno de los
análisis, de
las respuestas y de las estrategias para recomponer una relación
de fuerzas
terriblemente desfavorable tras las derrota de los años 80. Una
derrota que, en
términos democráticos, se tradujo en un recorte sustancial de
derechos y libertades
como consecuencia inevitable de la tendencia hacia un Estado cada
vez
más autoritario para garantizar el control social.
Desde entonces, la política de los sindicatos mayoritarios (CC OO
y UGT)
y de la Confederación Europea de Sindicatos vive anclada en la vía
muerta del
diálogo social, obstinada en buscar la salida a la crisis en los
parámetros del
mismo sistema que la ha generado y mostrando un autismo total ante
la crisis
climática y los retos que plantea poner fin a la discriminación de
la mujer en la
sociedad. En una palabra, una política sin ninguna voluntad de
romper amarras
con el capitalismo.
Durante estos años la precarización de las condiciones de trabajo
y de vida,
así como el desmantelamiento del Estado de bienestar y la
privatización los
servicios públicos, se da a marchas agigantadas. Algo que no es de
extrañar,
porque forma parte del ADN del capital. Lo lamentable ante
semejante embestida
son las políticas de los sindicatos mayoritarios que, salvo raras
excepciones
como la del País Vasco/3, carecen de voluntad política y de tensión
militante para hacerle frente e incluso forman parte activa de
concesiones inaceptables
en los acuerdos con la patronal y el Gobierno.
Afortunadamente la realidad también presenta datos esperanzadores.
Al
lado de ese sindicalismo mayoritario emergen iniciativas de
sindicatos a la
izquierda de CC OO y UGT junto a movimientos sociales (como las
distintas
Mareas o la exitosa movilización del 22m) que han logrado atraer a
participar
de forma activa a sindicalistas de ambas centrales mayoritarias
junto
a los de otras organizaciones. Estas iniciativas abren nuevas perspectivas,
muestran que la movilización ha dejado de ser un deseo para
convertirse
en realidad e imprimen una nueva gramática (en el tipo de
movilización,
formas de comunicación y organización, colaboración entre
sindicatos y
3/ Ver
http://www.vientosur.info/spip.php?article8881.
VIENTO SUR Número
134/Junio 2014 29
movimientos sociales…) que es preciso seguir con atención,
sumergirse en
ellas y aprender.
Como ocurre con las movilizaciones que estos últimos años han
tenido lugar
en Portugal, mayoritariamente protagonizadas por ese nuevo sector
social que
conocemos como precariado, o con luchas obreras como la de la factoría Fralib
de la multinacional Unilever en Gémenos (Francia), que tras tres
años de
un duro combate social, político y jurídico, con ocupación de
fábrica incluida,
han logrado expropiar al patrón y buscan desarrollar una
producción basada en
criterios de justicia social y medioambiental.
No son más que muestras de unas luchas que aun siendo dispersas y
sin
solución de continuidad, señalan que hay otros caminos para
responder a la
crisis y que es posible transitar por ellos a condición de generar
la necesaria
convergencia de los agentes sociales para emprenderlas.
En sus Doce tesis sobre la economía de
los muertos, John Berger decía, con
razón, que “pensar estratégicamente implica que uno se imagina en
los zapatos
del enemigo. Entonces es posible amagar, tomar por sorpresa,
desbordar por
los flancos, etcétera. Malinterpretar al enemigo puede conducir, a
largo plazo,
a la derrota. A la propia.”
Situarnos frente a la crisis y los retos que nos plantea exige
combinar dos
ámbitos de trabajo: uno a corto plazo, que tiene que ver con la
construcción de
resistencias y la solidaridad; y el segundo, a largo plazo, que aborde
los problemas
relativos a las alternativas y el modelo de sociedad que queremos
construir.
No se puede hacer frente a la crisis ni recomponer una relación de
fuerzas
favorable a las clases populares sin responder a la urgencia de
cada día, a la necesidad
de tejer la solidaridad con las víctimas de la crisis y con
quienes luchan
contra ella: en las fábricas, en los barrios, en el campo…, contra
la destrucción
o la precarización del empleo, las discriminaciones, la
privatización de servicios
públicos, etcétera. Esta experiencia práctica de resistencia
aparece como condición
necesaria para recomponer una conciencia y un tejido social que
permita
a las gentes de abajo reconocerse como parte interesada en romper
con las cadenas
del sistema. De lo contrario, seguiremos siendo víctimas de la
paradoja
de este último cuarto de siglo: seremos mayoría, pero sin
conciencia de serlo.
Definir las alternativas y el modelo de sociedad que queremos
construir
para responder a las urgencias sociales y medioambientales aparece
como la
conclusión necesaria que da sentido a las iniciativas del día a
día. Constituye
un marco de referencia sobre los objetivos de lo que debería
constituir un
modelo de sociedad alternativo, que deberá enriquecerse con lo que
nos vaya
aportando la propia práctica social.
El plural de este número está dedicado a abordar algunos de estos
problemas
(que no todos) en cinco bloques. El primero, está dedicado a
describir cuál es
la realidad de las clases trabajadoras en el Estado español y las
tendencias do30
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134/Junio 2014
minantes a lo largo de estos seis últimos años, que Mertxe Larrañaga aborda
desde una perspectiva de género.
En el segundo, Laurent Garrouste traza un panorama detallado del punto
de inflexión que supuso el estallido de la crisis en 2008 para
intensificar la
explotación económica y fisiológica de trabajadores y trabajadoras
a partir del
vaciamiento que se da de los derechos recogidos en la legislación
laboral como
fruto de la precarización de las condiciones laborales.
En el tercer bloque, Yayo
Herrero, partiendo de la base de que “la
forma en
la que se ha articulado el modelo productivo, distributivo y de
consumo en la
sociedad capitalista colisiona frontalmente con las bases
materiales que sostienen
la vida humana”, considera que, salvo raras excepciones, el
movimiento
sindical ni siquiera es consciente de esos problemas que exigen
repensar la
lucha de clases.
Junto a ella, Sophie Béroud, tomando como punto de partida las enormes
movilizaciones (más de tres millones de personas) que entre
septiembre y diciembre
del año 2010 agitaron el panorama social y político francés
durante 9
jornadas de movilización, debidas a la huelga de refinerías, y que
estuvieron
a punto de paralizar el país, analiza las causas del
debilitamiento del campo
sindical así como las contradicciones internas que le atraviesan.
Era la primera
vez, tras mayo de 1968, que cundió el pánico en las elites
francesas al punto
de provocar una fuga de capitales cifrada en en 65 millardos. Este
movimiento
huelguístico concluyó con una derrota cuya larga sombra aún se
extiende hasta
nuestros días con consecuencias políticas terribles como los
resultados de las
elecciones europeas que han situado al Front National a la cabeza.
El cuarto bloque quiere ser una ventana a la esperanza. Como hemos
señalado
más arriba, aunque sea de forma balbuciente, poco a poco se van
abriendo
camino experiencias de lucha que van dejando trazos de por dónde
avanzar.
Hemos querido recoger testimonio de cuatro experiencias. Carmen San José,
Javier Cordón y Jesús Jaén nos presentan un
balance y perspectivas de la
Marea Blanca, que cuenta en su haber con la paralización de la
privatización de
la sanidad en la Comunicad de Madrid. Teresa Rodríguez y Cecilia Salazar
hacen una radiografía de la Marea Verde a lo largo de estos años y
el trabajo
que está desarrollando de cara al futuro.
João Carmargo nos adentra en la
experiencia desarrollada en Portugal, que le
lleva a considerar a las y los trabajadores precarios como vector
del relanzamiento
de la lucha de clases. No porque la lucha de los trabajadores y
trabajadoras
haya tocado a su fin, sino para señalar la importancia de un
sector social
VIENTO SUR Número
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que se expande día a día y que no encuentra canales de
organización en las
centrales sindicales tradicionales tal y como están configuradas.
La cuarta experiencia hace referencia a Fralib, una experiencia
dura, como nos
relata Christine Poupin, en la que, tras tres años de lucha, la plantilla ha logrado
hacerse con la empresa y ahora proyecta un modelo de producción
basado
en criterios de justicia social y medioambiental. Una lucha que nos trae a la
memoria la de LIP en los años 70, más precisamente desde 1970 al
1976, que
provocó un seísmo en la sociedad francesa: frente a la amenaza de
480 despidos,
los trabajadores decidieron ponerse en huelga ocupando la fábrica
y encargándose
de la producción y distribución de relojes de forma
autogestionada.
El 29 de setiembre de 1973 más de 100.000 manifestantes
provenientes de
toda Francia y de Europa ocuparon esta ciudad que no contaba más
de 115.000
habitantes. Los tiempos son otros y no cabe duda que la
experiencia de Fralib,
para seguir adelante, va a necesitar muchas dosis de solidaridad.
Para concluir este Plural, Manuel Garí
y Camilo Espino abordan el complejo
tema de las pistas para un nuevo sindicalismo, trazando antes lo
que consideran
que deben ser los puntos referenciales, claves para construir una
estrategia
sindical: la realidad de cómo se organiza y desenvuelve el sistema
y los retos
que tiene por delante el movimiento obrero.
Josu Egireun y Manuel Garí, editores
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