jueves, 22 de mayo de 2014

"No podemos seguir con esta farsa de democracia"



 La gente debe movilizarse, porque lo más probable es que el futuro no sea bueno. Con la independencia de un país solo, como Catalunya, tampoco va a haber una revolución. Pero vale la pena trabajar para que, en caso de que se consolide esta oportunidad histórica, estemos preparados para aprovecharla.

¿Y qué pasaría con una reforma federalista de la Constitución?
Lo primero es reclamar soberanía plena y, luego, pactar: la idea es integrarse no sólo con los pueblos ibéricos, sino con toda esa Europa de los pueblos. Esa integración debería hacerse desde la soberanía y la libertad, es decir, tú te integras porque quieres, no porque hay una historia relacionada con violencia y militarismo que no te deja opción. Ahora mismo tenemos una unidad en España que no entiende esto y no lo ha entendido nunca. Y cuanto más hagan en ese sentido más se va a extender la rebelión.
¿Cómo debería ser ese día después de que caiga el Gobierno?
Siempre digo la misma frase: “Haremos la revolución y, después, la volveremos a hacer”. Lo peor es que caigamos en la trampa de pensar en una sociedad ideal, no se trata de decir “no va a haber capitalismo, los bancos van a ser nacionalizados”. Todo esto me gusta y está bien, pero ese abuso de poder, hoy en día constituido en unas instituciones determinadas, va a seguir existiendo. Lo más importante es que pensemos en esa sociedad del día después como una sociedad con problemas, con conflictos, siempre con esa necesidad de tutelar al poder constituido. Eso quiere decir aquello de que “haremos la revolución y la tendremos que volver a hacer”. No se trata de hacer un esfuerzo y conseguir algo para que luego podamos descansar. Se trata de hacer un cambio de mentalidad para entender que si queremos una democracia que merezca ese nombre debemos ser políticamente activos no solamente ahora sino siempre. Esto no quiere decir que estés todo el día de reuniones y que no tengas vida privada, pero tienes que pensar en esa sociedad no como algo ideal, sino como una sociedad donde habrá corruptos, donde habrá intentos de abusos de poder, una sociedad real para personas reales, pero donde –y esto es lo más importante de esta nueva sociedad– esa activación de la subjetividad política del sujeto de la calle se mantenga.

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