miércoles, 4 de junio de 2014

Vota Podemos, apoya lo imposible que se va haciendo realidad.


Participa en un círculo Podemos o crea uno nuevo
No es costumbre de este blog prodigar consejos de ningún tipo ni, en general, utilizar un lenguaje exhortativo. Siempre hemos preferido, por método, el análisis a la inmediata toma de partido. Esta vez será la excepción. Esta vez me permito pedir algo a los lectores a dos días de las elecciones europeas. Es que, como decía el Gato con Botas en el cuento del mismo nombre, "hay cosas que solo ocurren cuando uno se ocupa de ellas": hay acontecimientos que exigen de nosotros nuestra participación activa para llegar a producirse. Maquiavelo hacía, al referirse a la acción política una distinción entre las condiciones objetivas aleatorias que denominaba "Fortuna" y las condiciones subjetivas, no menos aleatorias que denominaba "virtù", es decir el conjunto de características subjetivas que permite realizar un determinado proyecto político. Fortuna y virtù forman un par indisociable, de tal modo que la "virtù" se manifiesta exclusivamente en su capacidad de "seducir" a la Fortuna y hacerla favorable.

Podemos tuvo inicialmente poca Fortuna pues carecía de los medios que tienen generosamente a disposición las grandes opciones políticas internas al régimen español: dinero, acceso a los grandes medios de comunicación y, sobre todo, presencia institucional, pues la presencia en las instituciones es de por sí una parte de poder que confiere una especie de prima de legitimidad. Sin embargo, hicieron los promotores del proyecto y, después de ellos, miles de personas, una apuesta muy fuerte: convertir la indignación en cambio político. Este cambio lo operamos primero dentro de nosotros mismos. Muchos fuimos más o menos activos en el 15M y vimos en esa fecha y ese movimiento un auténtico despertar a una nueva práctica de la política. Eramos reacios a todo tipo de representación y muchos seguimos siendo muy escépticos ante ella. Sin embargo, tres años después del 15M, muchos comprendimos que nada ocurriría, que el 15M no llegaría a consolidar su potencia si no logramos desalojar del poder a un régimen que nos es cada vez más hostil. Para ello había dos opciones teóricas y una sola real. Teóricamente era posible pensar en una insurrección o en una victoria electoral. Los intentos de insurrección pacífica contra el régimen fracasaron estrepitosamente, pues se encontraron frente a una aparato represivo tan brutal como rodado y eficaz; y podemos felicitarnos de que nadie se haya planteado en vista de ello la perspectiva de una insurrección minoritaria y violenta. Esta última hipótesis es la que el régimen acaricia desde hace años y tenemos que privarlo de ella. Quedan las urnas. Pero cuando las urnas se destinan a acabar con un régimen deben tener la potencia de una verdadera insurrección, como ocurrió en Latinoamérica.

Nos encontramos así ante no una sino dos paradojas. En primer lugar, ante la necesidad de hacer que un movimiento social que se caracteriza por su fuerte rechazo a la representación produzca efectos en la esfera representativa y en las instituciones, en otros términos, "representar lo no representable", representar el "no nos representan" destituyente. A esto se suma la necesidad de ir más allá del 15M, de movilizar el apoyo de las mayorías sociales golpeadas por la gestión de la crisis pero que no votaban o votaban por inercia a las opciones del bipartidismo o sus satélites. La segunda paradoja era la necesidad de hacer que una auténtica insurrección contra el régimen tomara la vía de un desbordamiento por las urnas evitando un enfrentamiento en la calle que debe darse por perdido de entrada ante la inmensa desproporción de fuerzas entre la población movilizable y el Estado con más policías por habitante de Europa. Nos encontrábamos hace cinco meses, cuando nació Podemos, ante un imposible, ante una tarea cuyos términos eran paradójicos y para la cual carecíamos de medios materiales. Si nada hubiese cambiado, estábamos condenados a la inexistencia o, lo que en política es peor, a la insignificancia. La Fortuna nos daba la espalda.

Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar cuando empezamos a existir. El primer elemento aglutinador fueron sin duda las intervenciones en la televisión de Pablo Iglesias Turrión, que representó un auténtico "clinamen" lucreciano, esa desviación mínima de un solo átomo que desencadena los torbellinos que crean cuerpos y mundos induciendo encuentros inesperados. Esos encuentros se produjeron: Pablo y los compañeros de la Tuerka y otras personas conocidas, intelectuales, artistas, activistas sociales, convergieron con un pequeño partido político, Izquierda Anticapitalista y se plantearon poner en marcha el proyecto cuyo perfil inicial se dibuja en el manifiesto "Mover ficha". Siguió la constitución rápida de centenares de círculos y el trabajo de debate y elaboración de un programa electoral. Después se organizaron las elecciones primarias que contaron con una amplia participación. Mientras tanto, la presentación pública de cada círculo se convertía en un acontecimiento político importante a escala local. Llegó la campaña de las europeas y, con una furgoneta y un local central costeados mediante crowdfunding y unos 60.000 euros de fondos obtenidos del mismo modo, hemos logrado estar muy presentes en todos los puntos del país, hacer conocer nuestra organización y nuestros candidatos. El esfuerzo ha sido titánico, sobre todo el de portavoces y candidatos y demás responsables de campaña, pero también el de los círculos. Todos nosotros somos gente que tiene su trabajo y vive solo de él y hace política robándole el tiempo al ocio y al descanso. Se trata de que lo sigamos siendo, se trata de desbancar a una clase política y sustituirla por la más amplia participación de los ciudadanos.

El valor, la audacia, la potencia, la virtù, están supliendo con creces unas condiciones objetivas inicialmente poco favorables y han conseguido que estemos ya muy presentes en la campaña y la sociedad de este país a través de la imagen de nuestros candidatos y de los centenares de círculos que los apoyamos. Dentro de Podemos no estamos todos de acuerdo en todo, ni hace falta, pero sí tenemos algo muy claro:entre todos vamos a cambiar un país y una Europa que se han hecho invivibles. Necesitamos vuestro apoyo, necesitaremos también converger con las demás fuerzas democráticas que hoy se oponen al pillaje del país a través de la deuda ilegítima, que luchan contra la austeridad, el recorte de derechos, el secuestro de la democracia por una clase política profesional. Antes de lo que puede ser la sorpresa electoral del domingo, tenemos motivos para estar satisfechos de nuestra jovencísima y ágil organización y de la imposible y tan necesaria movilización social y política que ha hecho realidad. Hemos demostrado ya que, aun en las circunstancias más desfavorables, el que las personas actuemos cambia las cosas, hace de la negra losa de las condiciones objetivas desfavorables un conjunto de circunstancias que es posible manejar para cambiarlo todo. Nuestra pasividad era parte del problema, nuestra acción es parte de la solución. Necesitamos sacudirnos el fatalismo, la idea miserable y tristísima de que no contamos y que todo seguirá siempre igual. Este 25 de mayo, en las europeas, puedes contribuir con tu voto a un proyecto que ya ha empezado a hacer realidad lo que nadie consideraba posible. Vota Podemos, participa en los círculos existentes o constituye uno y, sobre todo, actúa en los movimientos sociales, participa en la resistencia. Podemos.

1. La izquierda, sobre todo la de tradición marxista, ha solido concebir la actuación política como aplicación de una verdad teórica y solo considera posible actuar bajo las formas de la representación cristalizadas en la forma partido o en el Estado como  representación general  de la sociedad. Frente a esta corriente, el anarquismo ha solido defender una verdad moral y una organización más inmediata de los trabajadores como el sindicato o la asamblea, despreciando la representación. Salvo raras excepciones, esto ha conducido a los anarquistas y a los sectores demócratas radicales de la izquierda a ignorar todo tipo de participación electoral. A pesar de su oposición, estas dos posiciones se articulan en torno a un mismo eje: la relación "verdad-representación". Esta relación ha sido, tanto para el anarquismo como para los marxismos políticos el centro de la teoría y de la práctica política, pues si para unos la representación en el partido o el Estado constituía la verdad de la clase (universal) o de la sociedad, para los otros, la verdad debía buscarse en la inmediatez de la vida social evitando las apariencias engañosas de partidos y Estados .

2. El 15M compartió en buena medida la perspectiva del anarquismo, al menos si se interpreta en sentido fuerte la consigna central del movimiento de las plazas: "no nos representan". Esta frase puede, en efecto, leerse en dos sentidos: en un sentido débil como una aspiración a una buena representación, "estos no nos representan, pero otros mejores sí que lo harán" o en un sentido fuerte como rechazo basado en la imposibilidad ontológica de toda representación: "no nos representan, porque no somos representables". Dentro de los intentos de intervenir en las coordenadas representativas a partir de los principios del 15M, experimentos políticos como el Partido X son portadores del sentido débil de esta consigna al buscar mediante sus prácticas en red y su democracia virtual la "buena representación", mientras que otros sectores han interpretado la imposibilidad de la representación como necesidad de aislarse herméticamente de esta esfera. Estas versiones fuertes del "no nos representan" -sin contar la propuesta de regreso a las viejas formas de representación por parte de organizaciones veteranas como Izquierda Unida- encontraron su límite: no bastaba que la democracia y el anticapitalismo vivieran unos días o unas semanas en las plazas, era necesario que se extendieran y durasen. Contra la extensión y la duración de estos espacios liberados se manifestó y se manifiesta día a día "toda la fuerza del Estado", todo el peso del aparato de la representación. Las plazas libres se mantenían como una particularidad éticamente impecable, pero desbaratada en su eficacia por la represión, las cargas policiales, las multas, etc. y deslegitimada desde los aparatos de propaganda tanto públicos como privados del régimen: partidos, prensa, instituciones.

3. Para desbloquear la situación era indispensable buscar otra cosa, cambiar de elemento. Era necesario asumir una paradoja: representar lo no representable o, mejor aún, introducir lo no representable en la esfera de la representación. Esto suponía y supone un fuerte desafío. Se trata, nada más y nada menos que de echar al malgobierno neoliberal del poder por el único medio hoy posible, las urnas. Sin embargo, no se trata de suturar el espacio del poder mediante una nueva forma de representación que sea "la buena", sino de, emulando al 15M o al movimiento Occupy, acampar en ese espacio, ocupar ese espacio desde y para los movimientos sociales, neutralizando así la acción del Estado contra ellos e incluso tomando medidas efectivas de gobierno en favor de las reivindicaciones de movimientos como la PAH, las Mareas, el feminismo, el movimiento obrero, etc. Se trata de una fórmula inicialmente ensayada por los gobiernos populares de América Latina, pero que en las condiciones europeas debe necesariamente adoptar otros rasgos.

4. No bastaba presentarse a unas elecciones en una coyuntura que venía exigiendo una actuación de los movimientos sociales en el espacio de la representación política, había que "ser" también el tipo de organización adecuado para articular los dos cuernos del dilema de una representación de lo irrepresentable. Por un lado, había que jugar con mucha fuerza la carta de la representación, incluso la del liderazgo mediático, pero por otro, y con la misma fuerza, era necesario apostar por formas de democracia directa y horizontal. Podemos ha sido el comienzo de la solución de este dilema. Con su lado mediático, su aparato de campaña y sus dispositivos de intervención comunicativa, en la red y en todos los espacios públicos disponibles, Podemos fue abriendo una brecha en el espacio representativo, en las máquinas de producción de discurso como son la televisión, la radio y las redes sociales. Pablo Iglesias, antes de encabezar las listas de Podemos, había ocupado junto al equipo de la Tuerka un lugar que parecía imposible en el espacio de definición del sentido común en favor del sentido común de los movimientos sociales y, según los sondeos, de ese 80% de la población que apoya al 15M o a la PAH. Había que introducirse por esa brecha en el espacio representativo, pero lo que había que introducir no era cualquier cosa, sino una organización de nuevo tipo capaz de mantener siempre un interfaz abierto con los movimientos sociales y la gente corriente.

5. La organización y extensión de los círculos, en buena parte apoyada por la total entrega a la nueva organización de un pequeño partido militante, Izquierda Anticapitalista, fue el segundo ingrediente de la paradójica fórmula de Podemos. Los círculos, auténticas asambleas abiertas, fueron el espacio donde se elaboraron las listas electorales y el programa, pero más allá de los periodos electorales seguirán existiendo como órganos de participación y de actuación social. Cada uno de los 400 círculos es el equivalente de una asamblea local del 15M, pero con la particularidad de que esta vez el movimiento social se da los medios de irrumpir en la esfera de la representación, de ocuparla. Los brillantes cinco diputados de Podemos en el Parlamento Europeo son el comienzo de una necesaria larga marcha por las instituciones marcada por prolongadas ocupaciones: quedan las municipales, legislativas y autonómicas. En cada uno de esos espacios, el movimiento popular debe tener presencia, no para sustituir la acción política y social de las mayorías sociales, sino para potenciarla, librarla de la represión e impulsar sus objetivos.

6. Todo esto habría sido y será perfectamente imposible con un partido clásico de la izquierda. El partido, como forma institucional, es estrictamente un aparato ideológico y un aparato político de Estado (Althusser). Aun ejerciendo funciones de representación de los sectores explotados y oprimidos, un partido no deja de ser parte de un "juego político" que reproduce las relaciones sociales existentes y las legitima. Para evitar esto y generar un auténtico proceso de ocupación de las instituciones y de la representación en general por los movimientos sociales y el común de los ciudadanos, es necesario que los "representantes" no representen, sino que actúen dentro de las instituciones como apéndices de la mayoría social en resistencia. La articulación de círculos y de aparatos ideológico-representativos en competencia con los del Estado y de los sectores sociales dominantes permite obtener una neutralización efectiva de las funciones represivas y reproductoras del orden social ejercidas por la representación.

7. La construcción de Podemos como movimiento social y político de nuevo tipo no solo se basa en la subversión de las formas clásicas de organización, sino una audaz travesía del espacio ideológico dominante. A diferencia de las organizaciones marxistas clásicas que se creían dotadas de una verdad, de un "álgebra de la revolución" en la que basaban su actuación política, Podemos parte del sentido común existente e interviene en él. No se trata de imponer al cuerpo social un determinado modelo basado en una supuesta verdad que poseen unos sujetos, los dirigentes, a quienes se supone el saber, sino de llegar a partir de la imaginación, de la ideología, del espacio mismo de nuestra existencia sumisa y pasiva, a una serie de nociones comunes capaces de configurar un sentido común al alcance de todos, de producir en nosotros los sujetos de un proceso efectivo de liberación. La hegemonía no se conquista mediante la imposición de una supuesta verdad, sino mediante un trabajo de intervención en el mundo de los seres humanos realmente existentes, que es un mundo dominado por la ideología. Como nos esneñaro Spinoza y Freud, así como el Marx más lúcido y, por supuesto, Antonio Gramsci o mi querido maestro Louis Althusser, la ideología no es un "error" sino el mundo que vivimos y del que nadie va a salir por mucho que le enseñen "la verdad" o se la intenten imponer. La tragedia de la izquierda marxista consistió siempre en su incapacidad para hacer ninguna revolución y su permanente culto a las revoluciones hechas por otros, por los heterodoxos del marxismo. Ni en Cuba, ni en Venezuela, ni en China, ni en la propia Rusia se hizo una revolución en aplicación de la verdad del marxismo. Muy al contrario, como afirmó Gramsci en un célebre artículo, la revolución en Rusia -y en todos los demás países- se hizo "contra El Capital". En general, una política no se basa ni puede basarse en la verdad, pues la constitución de subjetividades políticas no es el resultado de un proceso científico, sino de una transformación ideológica, una transformación del espacio de la imaginación. Intentar hacer política en nombre de una verdad conduce, cuando se dispone de un aparato de Estado al terror (stalinismo) o, cuando no se dispone de él, a la proliferación de capillas posesoras cada una de "la verdad" y, por ende, a la ineficacia que caracterizó históricamente a muchos sectores izquierdistas tanto trotskistas como maoistas.

8. La grandeza de Podemos consiste en haber sabido salir de la doble trampa histórica en que estaba y sigue estando presa la izquierda: la forma partido y la política verdad heredera del "socialismo científico". Podemos sale así del molde de la izquierda para constituir una hegemonía efectiva de las mayorías sociales y de los movimientos sociales. Su lenguaje llano, a la vez accesible y verdadero, constituye a partir de la imaginación y de la ideología las nociones comunes de un proceso constituyente en marcha. La identidad de izquierda, identidad imaginaria que conduce a la impotencia ha sido desplazada por un potente trabajo de configuración de hegemonía en la sociedad realmente existente, que no es de izquierdas ni aun menos participa de supuestas verdades "marxistas", pero se opone a los desahucios, a las consecuencias de la deuda ilegítima, al pillaje, al empobrecimiento, a la casta político-económica y exige democracia. Queda mucho por hacer para que Podemos sea la máquina de guerra contra la casta que necesitamos, pero los cimientos están puestos: nos queda desplegar y consolidar la estructura.


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