lunes, 28 de julio de 2014

Feminización de la precarización y la pobreza PDF Imprimir E-mail
 
Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de 2014 no dan para muchas alegrías, quizás para ninguna,  y menos si la analizamos desde la perspectiva del comportamiento del mercado laboral y la presencia de las mujeres.


El escaso empleo creado en este segundo trimestre ha ”beneficiado” en mayor medida a los hombres (más de 55.000 puestos de trabajo más para ellos), con la consiguiente bajada de la tasa de paro masculina, hasta el 23,70% -para llorar y no parar-.

La tasa de paro femenina es superior a la masculina, alcanzando el 25,38%, manteniendo la tendencia histórica de mayor desempleo femenino, a lo que hay que sumar una menor tasa de ocupación (7.912.100 mujeres) y una tasa de actividad femenina 12 puntos más baja que la masculina.
Según señala Ramón Górriz, responsable confederal de Empleo de CC.OO, las mujeres soportan el 73% del total del empleo a tiempo parcial, más de una de cada 4 mujeres que trabaja tiene contratos a tiempo parcial y no por deseo propio, en muchos de los casos, sino porque esta modalidad de contratación se ha dirigido a las mujeres para que permanezcan al frente de las tareas de atención y cuidado en el ámbito familiar.
Más paro, menos empleos y mayor precariedad sería suficiente para desarrollar el argumentario sobre el menor reconocimiento de la capacidad laboral (su aporte y profesionalidad) de las mujeres, y sobre las repercusiones que en lo inmediato y también a largo plazo, tiene en su realidad económica. Pero la diferencia con la que el mercado de trabajo atiende a las mujeres presenta una clara discriminación cuando el foco se dirige a los salarios.
La Unión Europea, junto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lleva décadas denunciando la discriminación salarial y presentando políticas para erradicar la brecha salarial. El Día Europeo por la Igualdad Salarial  de 2014, la Unión Europea denunció que la brecha salarial entre mujeres y hombres estaba en el 16,4%, lo que viene a significar que las mujeres europeas trabajan “gratis” 59 días, o que necesitan trabajar 59 días más que los hombres para ganar lo mismo. En el caso español, el informe presentado por UGT en febrero de este año, señalaba que las mujeres debían trabajar 84 días más que los hombres, con una brecha salarial del 23%.
Toda esta precariedad, con rostro de mujer, viene a sumar una serie de factores negativos en cuanto a las cotizaciones de cara a las futuras pensiones, puede definir un panorama de empobrecimiento mayor al actual, y hoy las pensiones que reciben las mujeres son un 38% inferiores a las de los hombres.
La pobreza, pues, tiene y tendrá –si no se pone remedio– un perfil femenino, a partir de la precariedad laboral, la brecha salarial y de rentas. A todo ello hay que sumar el no reconocimiento de la aportación del trabajo reproductivo desarrollado en el ámbito familiar estimado, que, según un estudio presentado por el BBVA a finales de 2011, supondría una aportación al PIB de un 53%. Tiempo de trabajo no reconocido ni en el ámbito privado ni en el ámbito público.
La crisis está cebándose con amplios sectores de la sociedad, esto es indudable. Dentro de los datos hay rostros, nombres, historias de vida. Y parece que también, en esto, las mujeres siguen siendo las invisibles protagonistas…
Berta Cao es consultora de género y Máster en Género y Políticas de Igualdad.

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