domingo, 11 de mayo de 2014

Cuando la mayoría se abstiene



En las próximas elecciones europeas la mayoría de los españoles no votarán por ningún partido, eso es lo que reflejan las escasas encuestas que han tenido en cuenta la posible participación electoral en los próximos comicios. Se puede decir por tanto, que ninguno triunfará en las elecciones, porque ninguno habrá sido aceptado como representante por la mayoría, y al mismo tiempo que todos los partidos políticos serán rechazados en su conjunto, como representantes democráticos en el Parlamento Europeo.

¿Qué ocurre en una democracia cuándo la mayoría de los electores deciden no acudir a las urnas?, este es uno de los fenómenos menos estudiados de la ciencia política, posiblemente porque los que paguen los estudios sean los interesados en que no se estudie correctamente otra cosa que la participación.
Veamos algunas cuestiones relacionadas con la abstención

Legitimación del sistema: evidentemente, cuando la mayoría decide no acudir a votar por ningún partido, decide al mismo tiempo no legitimar lo que ocurre, o dicho de otra forma, no participar voluntariamente en lo que ocurre, concediéndole de forma subrepticia su apoyo al sistema electoral, a la representación que concede, a los que se ofrecen como representantes, o al mismo proceso de ratificación democrática de lo ocurrido, pero también hay una proposición teleológica, no legitimar lo que ocurrirá.

Punto de inflexión: está claro que una abstención mayoritaria conduce a una ruptura con la continuidad de lo que existe, es una advertencia a aquellos que se presentan a las elecciones de que su oferta no cumple con las expectativas de la mayoría de electores con derecho a voto, y evidentemente obliga a los oferentes a cambiar sus propuestas para próximos eventos electorales.

Rechazo de la democracia como espectáculo: cuando una mayoría no vota, no quiere decir que pasen de la democracia, sino precisamente lo contrario, por creer en la democracia no pueden aceptar un sistema que sólo favorece al poder y a aquellos que aspiran a detentarlo. La ausencia de isocracia, igualdad entre representantes y representados, se mide por los que no acuden a las urnas, más que por aquellos que lo hacen aceptando la timocracia que les ofrecen. En realidad, en España, se vive una forma de sufragio restringido, pues sólo se puede votar por aquellos que ofrecen los partidos políticos, elegidos por las cúpulas de los partidos para formar las listas y no directamente aquellos que eligen los ciudadanos para ser votados. El aspecto censitario se ha invertido, antes sólo podían votar los que tenían recursos, hoy sólo pueden ser votados los que pertenecen a las élites partidarias.

Rechazo de la democracia como consumo: cuando la oferta electoral se convierte en un bien (o mal) de consumo, los consumidores pueden decidir no consumir lo que se ofrece como cualquier otro producto, la diferencia es que cuando se ofrece un producto en el mercado, es la empresa la que paga la publicidad y la promoción, sin embargo en el caso de la política, los consumidores potenciales están obligados a pagar la propaganda y la promoción, aunque no vayan a consumir el producto que les ofrecen.

Lógica defensiva: si votar por cualquier alternativa sólo puede cambiar el color de los que mandan, cuando una mayoría se abstiene rompen la inercia del turnismo en el poder, y rechazan que sigan ejerciendo su mandato desde el despotismo. En este país no hay Presidente del Gobierno que no haya mentido a los españoles en las campañas electorales, ofreciendo algo que no iba a cumplir e incluso lo contrario de lo que iba a hacer. Es necesario defenderse de aquellos que no respetan su palabra, ni a aquellos a quienes se la han dado.

Creer en la democracia: los abstencionistas que deciden voluntariamente no acudir a las urnas para no sancionar con su voto un sistema que carece de condiciones democráticas, o que se ha establecido incumpliendo la Constitución, las leyes o la confianza depositada en su obligación de servicio público, son precisamente los que más creen en la democracia, pero además los que denuncian con su ausencia la impostura y la usurpación a que la democracia es sometida por aquellos que tras las elecciones se olvidan de que su poder ha sido conferido por sus electores, exclusivamente para cumplir las leyes, no beneficiarse de su posición, no incrementar sus privilegios a costa de perjudicar a sus votantes, no olvidarse de que deben explicaciones de sus conductas reprobables cuando son explícitas como en la situación actual en España.

La democracia en su origen, fue la defensa de los débiles contra los poderosos: parece que se ha olvidado en este país, o quizás no se haya sabido nunca, que la democracia es un sistema cuyo origen se estableció en Grecia precisamente para limitar el poder de aquellos que por su extrema ambición, por sus abundantes recursos, por su organización sectaria, o por su afán pernicioso, pecaban de desmesura y tomaban más de lo que les correspondía, al ocupar un puesto público. Los griegos podían condenar de diversas maneras esta actitud hipócrita a la que denominaban hibrys en los tribunales públicos, incluso con la muerte, pero también con penas como la cárcel o el exilio y repudio al que denominaban ostracismo, por algunos años o de por vida.

Como expuso Pierre Joseph Proudhon con acierto, la democracia es hija de la libertad, no su madre,  de lo que es fácil deducir que cuando un ciudadano decide abstenerse en una representación demagógica,  está ejerciendo su libertad al mismo tiempo para que algún día pueda existir una auténtica democracia. Cuando la democracia se ha transformado en despotismo como ocurre actualmente en España, es necesario regresar a la libertad de no elegir aquello que sólo es la representación de una farsa a la que los poderosos denominan sin rubor: democracia, por supuesto que es democracia, pero sólo para ellos, para los demás no lo es cuando sólo sirve para que las instituciones partidarias habiten la corrupción generalizada, esquilmando y oprimiendo a aquellos a los que debieran representar y defender de los delincuentes y farsantes.

Sin duda la abstención electoral puede ser interpretada de numerosas formas, pero hay algo que siempre estará claro, el que no acude a votar por nadie no podrá ser considerado responsable de lo que hagan aquellos que han sido elegidos en representación de partidos que han actuado de forma irresponsable en plena impunidad, o aquellos que esperan a participar del mismo sistema sin siquiera denunciarlo desde la complicidad. Cuando un sistema concede privilegio a los irresponsables sobre los responsables, ha llegado la hora de apartarse y dejarlo caer. 

Enrique Suárez

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