Cuando el PP no te deja fumar mientras te echa el humo a la cara
Un poco de política ficción. Imaginen a Zapatero
cuando gobernaba España (lo sé, lo sé, pero háganme ese favor). Un mes
de agosto, Zapatero se decide a proponer un cambio de la Ley Electoral
para propiciar la elección directa de los alcaldes.
La reforma pretende
supuestamente regenerar la vida política –y favorecer sus intereses
electorales– pero tiene un pequeño inconveniente: beneficia a Bildu. El
PP, indignado como sólo él sabe indignarse, saca al ruedo a sus
tertulianos star, zarandea el Congreso, convoca un
par de manifestaciones o tres y termina acusando a Zapatero de
traicionar a los muertos (mira, eso sí lo hizo el PP).
Bueno, pues Rajoy va por ese camino pero, eh, eh, que nadie le monte corrillos.
En febrero pasado, el Partido Popular calificaba de infamia
e impresentable que los socialistas pudieran alcanzar el Gobierno de
Navarra con el apoyo de Bildu para desalojar a una de las estirpes
políticas más putrefactas del país y convocar elecciones. El PP apretó y
el PSOE se la envainó, en concreto, Rubalcaba. Pensó que con eso
ganaría votos o al menos no los perdería y ya ven.
Sólo cuatro meses después, este verano, el PP quiere sacar adelante una
reforma electoral que beneficiaría a Bildu. Pero que nadie le diga nada
ahora a Rajoy. Que como argumenta Soraya Sáenz de Santamaría si la reforma electoral beneficia a Bildu,
es la prueba de que no responde a un cálculo electoral sino a respetar
la "voluntad del vecino". Toma pirueta. Pero, ¿no habíamos quedado en
que a estos ni agua?
Aquí de lo que se trata no es de
defender al sistema de la presencia de Bildu o de que, de repente,
Bildu se haya convertido en la prueba del algodón de la democracia. Esto
va del poder por el poder y nada más que el poder. De sostener, hace
cuatro meses, en Navarra un régimen podrido y desgastar a Rubalcaba
azuzando el fantasma de los abertzales. Y de intentar, ahora, un
pucherazo, aunque a Bildu –la de la infamia y bla, bla, bla– se le estén
desgastando los cuernos de diablillo con los que asustaba el PP hasta
hace tres cuarto de hora.
Y así todo.
Si una mayoría de la sociedad vasca apoya el acercamiento de lo presos de ETA a Euskadi, es una cesión a los terroristas. Pero si los acerca Mayor Oreja, no. Si un Gobierno socialista tiene reuniones con la cúpula de la banda terrorista empieza a oler a azufre, pero si Aznar manda a Zarzalejos, Martí Fluxa y Pedro Arriola
para negociar "paz por presos", pelillos a la mar. Si al PSOE, o a
cualquier otro partido (y de Podemos ya ni hablamos porque esos son de
la ETA y punto), se les ocurre hacerle un guiño a Bildu, van directos al
infierno tertuliano, pero si, por ejemplo, el PP en Vitoria se
encuentra cómodo haciendo migas con Bildu, no es lo mismo que cantaba
Alejandro Sanz.
Y no sólo con esta cuestión de las
ETAs y los Bildus. También con el fraude fiscal. Que ahora Montoro se
nos presenta como la Reina Madre de la pureza fiscal después de haber
permitido una amnistía sobre la que no nos enteraremos bien hasta dentro
de 30 años. O con la corrupción, con el PP dando la matraca sin pruebas
todo el verano sobre la financiación de los batzokis del
PNV cuando un juez ha confirmado que los populares pagaron parte de su
sede de Génova con dinero negro. Y podríamos seguir poniendo ejemplos.
De algún modo el Partido Popular ha conseguido imponer un nivel de
exigencia política a sus adversarios que, sin embargo, los populares no
están obligados a cumplir. Como quien te reprueba que fumes delante suyo
mientras te está echando el humo a la cara. Tienen mucha osadía
política, que dicen los analistas. O mucho morro, que se dice en la
calle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario